lunes, 7 de febrero de 2011

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 99


EL MAR Y LAS OLAS

Haciendo una comparación simple, el mar es la matriz divina, y las olas la matriz humana. El mar es inmenso, no tiene término ni en el tiempo ni en el espacio. La ola, en cambio, tiene una leve duración, al salir toma altura y muere al volver al mar. Igual a como pasa en la vida humana. Ya no es ola, viene entonces a formar nuevamente parte del mar, de donde salió. El mar es dueño de las olas. Y el viento es el que las mueve, es decir, el Espíritu.
En la teología cristiana, el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, el Espíritu de la verdad o Paráclito, es una expresión bíblica que se refiere a una compleja noción teológica a través de la cual se describe una "realidad espiritual" suprema.
Hay varias interpretaciones al respecto. Nosotros tomamos la católica. Las interpretaciones de carácter trinitario consideran al Espíritu Santo como una persona divina, noción con la que se asume la divinidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta es la doctrina del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de algunas denominaciones protestantes.
Lo que nos interesa de Él es reconocerlo y saber cómo actúa. No hay que llamarlo, porque está ahí. Es reconocerlo y actuar mediante su fuerza desde nuestro interior. No es que esté fuera, sino dentro. La Eucaristía nos lo recuerda, y eso nos hace conscientes de su presencia, la cual se reconoce por no ser pasiva, sino actuante. Salimos con Él, como lo hizo en vida Jesús. Probablemente nos parece que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son un solo Dios, una misma alma, que sigue inmersa en uno, de manera que nos hace conscientes de seguir la vida de Jesús.
El Espíritu es la matriz divina, que se transforma en la matriz humana, cuando opera desde la voluntad del hombre. Lo importante entonces, es el conocimiento que nosotros tengamos de la palabra de Jesús, que es la que forma como la matriz divina, está en nuestro corazón humano.
Y hablamos de corazón, porque esa matriz divina, es amor puro, muy diferente de lo que tengamos en la razón humana, o en la mente humana, plagada de razonamientos materialistas, en donde influye el ego y el cúmulo de experiencias o karmas tanto positivas como negativas que nos trae la vida.
Reconocer esto, es darnos cuenta que Dios, o el Espíritu, no tienen las debilidades humanas, que nos llevan a la violencia. La matriz divina está libre de polvo y paja. Actúa cuando es activa, como Jesús en vida, como cuando dijo: Amad a los enemigos. O, perdónalos porque no saben lo que hacen. Es más, este reconocimiento de la redención, con Cristo en la cruz, nos lleva a pensar que la Eucaristía es eso. Vamos a recibir a Jesús, para actuar con la matriz divina, con el Espíritu Santo.  
Trajimos la comparación del mar y las olas, para que nos invitemos, sobre todo a los que llevamos una vida urbana, entre edificios, a visitar  la costa, a mirar el mar. Creo que es la mejor manera de visualizar nuestra existencia. Con una sola mirada, con un solo gesto, vamos a entender la grandeza de Dios. Supongamos que estamos allí al atardecer… ¡qué grande es el mar…! ¡Y qué pequeñas sus olas!

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