jueves, 10 de marzo de 2011

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 71


LA GUERRA
Desde el punto de vista socio-filosófico, se han avanzado muchas teorías acerca del origen y causas de las guerras. En consecuencia, parece posible tratar de clasificar, muy en general, tales teorías en dos grandes divisiones: la que ve la guerra como producto racional de ciertas condiciones, primariamente condiciones políticas  y otra "irracionalista", que ve la guerra como producto de una tendencia, últimamente irracional, de los seres humanos.
Esta última no tiene mucha resonancia en el mundo. No obstante conociendo los resultados terribles que deja la guerra, debería causar un impacto profundo en la razón humana, por eso el uso de la irracionalidad de la guerra nos conduce a advertir que su uso es cada vez más siniestro y con unos resultados que con la guerra atómica conducirían al mundo a su desaparición.
Estas teorías irracionalistas pueden aproximarse desde dos puntos de vista: Aquellas que ven el origen de la guerra en causas no manejables por medio de un tratamiento racional. Este estaría lejos de los sentimientos religiosos, o de la aplicación de una lógica moral o ética, partiendo de la base de ser la vida sagrada, pasajera,  irremplazable e insustituible.
Claro que poniéndonos la mano tanto en el corazón como en el cerebro, el extremo lógico de esta visión irracional, es que el hombre es un animal inherentemente agresivo, sujeto a tendencias tanto de competición como cooperación que se observan en animales sociales, situación que demanda la expresión ocasional de tales tendencias. Se encuentra en algunas explicaciones ya sea biológicas, psicológicas o de la psicología social del origen de conflictos.
La visión alternativa dentro de esta posición ve la guerra como originándose, a menudo, en equivocaciones o percepciones erróneas. La cantidad de guerras que se podrían estudiar en el siglo XX y XXI, tuvieron un origen racional, para algunos. Pero esta creencia ha disminuido dramáticamente en tiempos recientes, estudiando los resultados que dejaron las guerras mundiales del XX, y actualmente, los que han tenido origen en el Medio Oriente. Guerras que no han arreglado nada y no se espera que lo hagan.
La pérdida del Eurocentrismo como modelo de civilización, dejó a Europa sin colonias en los siglos XIX y XX. Y la perdurabilidad que presentan los conflictos en el Medio Oriente, por inarreglables con la guerra. El primero presenta un problema grave de no transmitir su civilidad a sus vecinos y al mundo. El segundo presenta una homofobia que sólo desaparecerá con el fin del mundo, pues lleva siglos sin ninguna esperanza de cambio.
En América ya se presentan situaciones de seres humanos que se creen que pueden manejar los destinos humanos a su arbitrio. El regreso al concepto del hombre súbdito, que existía en las monarquías europeas hoy desaparecidas, ha sido reemplazado en América por el hombre encajonado por ideologías dictatoriales, donde los pueblos son manejados por la mente de un solo hombre. Donde la instituciones del Estado son representativas de un ser humano y no de un pueblo.
La visión alternativa de la guerra como actividad racional, se basa en dos percepciones: la política como recurso para guardar el orden constitucional, y otra económica que indica que se recurriría a la guerra, cuando se estima que las ganancias superan a las pérdidas potenciales, es decir, a través de un análisis de costo-beneficio.
A su vez, se pueden distinguir dos posiciones: La teoría de la primacía de las políticas domésticas, donde la guerra es el producto de condiciones socio-políticas, cuando las disputas son el resultado de condiciones, no sólo socio-políticas, sino económicas, que a pesar de ser comunes a varias sociedades, hacían sentir tensiones a cada una de ellas en forma interna, tensiones que solo se pudieron resolver a través de la guerra.
Y la teoría de la primacía de la política internacional que se encuentra en la concepción de las decisiones de estadistas motivados por consideraciones geopolíticas.
Según el concepto cristiano, se ha sugerido racionalizar la guerra desde un punto de vista moral o filosófico, donde sería posible hablar de una guerra justa o lícita. Si ese es el caso, hay que distinguir, si la guerra en general puede ser lícita, o si se cumplen o garantizan las condiciones requeridas.
A primera vista, en el caso del Terrorismo en Colombia, parece posible proponer que la guerra no es necesariamente ilícita. Existe el derecho de autodefensa o de legítima defensa contra el enemigo exterior, cuando este ataca injustamente a un pueblo. Si se niega este derecho de legítima defensa se robustece al agresor y se pone en peligro la paz de los pueblos. Sin embargo, se ha sugerido desde una perspectiva ética que, para que una guerra pueda tener una licitud ética, existen una serie de condicionantes adicionales: Que haya una injusticia real, verdadera y de gravedad. Inviabilidad de defenderse por vía pacífica. Perspectiva y esperanza de éxito final para curar el mal. O bien que se pueda evitar un perjuicio a terceros inocentes.
La defensa del bien público prevalece sobre cualquier derecho del agresor e incluso sobre los riesgos que puedan tener los propios súbditos agredidos. Pero se considera ilícita la matanza injusta, como en el caso de los falsos positivos, ocurrido cuando las fuerzas armadas de un país, asesinan al pueblo, para conseguir fama o bienes materiales.
Desde ese mismo punto de vista filosófico, se considera que el movimiento a favor de la paz se hace acreedor del más alto reconocimiento. Dicho movimiento es difusor de un espíritu de entendimiento y comprensión entre los pueblos. Su fin ético y moral es conseguir la paz y los acuerdos sin derramamiento de sangre. Tal como lo hizo Mahatma Gandhi a principios del siglo XX, cuando liberó a la India del coloniaje inglés, sin disparar un tiro, siguiendo su idea máxima: la no violencia.

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