Pasión y resurreción del Señor
San Mateo capítulo 26, 27 y 28 hablan de la Pasión y la Resurrección de Jesús. Leerlos, como si se tratara de la primera vez que lo hacemos. (Borrar el disco duro al respecto). La entrada a Jerusalén, en el capítulo 21, 1_11, Mateo relaciona los hechos con el Antiguo Testamento: “Decid a la hija de Sión, he aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asno y un pollino, hijo de animal de yugo.” Y no sólo es una referencia al cumplimiento de la profecía, sino a la humildad. Resalta el carácter pacífico y humilde de su reino. El Mesías humilde, es todo lo contrario de lo que esperaban los judíos.
Hay que pensar que el que escribió sobre la vida de Jesús, no fue Jesús, sino que lo hace alguien como Mateo, que recibió el conocimiento de los que tuvieron la experiencia. Con la experiecia formamos la tradición, entendida esta como lo que se recibe de persona a persona, desde la que vivió personalmente los hechos, hasta el que describe el hecho.
Y como Mateo hace referencias a las profecías del AT, debemos pensar: ¿Y qué son las profecías? Son relatoras de un hecho que se cumplirá en el futuro. Jesús también evoca estas profecías. Siempre tenemos que ubicarnos en el contexto, en el tiempo en que se pronunciaron. Como vemos, Jesús no era importante para los judíos, hasta tanto que lo crucificaron. La Viigen María, tampoco figuraba, como lo miramos hoy, como “La Virgen Santísima”. Leyendo a Isaías: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.“ Nadie puede pretender que Isaías hable de la Santísima Virgen, hace miles de años atrás. Incluso, Isaías no hablaba de la Virgen, sino de la doncella de su profecía simplemente…
Emmanuel es una transliteración griega del hebreo Immanuel, que significa “Dios con nosotros”, utilizada por Mateo en 1,23: “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Ved que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel. El Nuevo Testamento lo que hace es hacer una mirada retrospectiva, para decir: eso que se anunció allá (AT), se verificó aquí (NT).
Cita el padre en la Lectio, que hay personas que solamente van a la iglesia en Semana Santa, por montones, y creen que con eso cumplieron. Sucede como lo decía un padre confesor, que la persona se confiesa, sale de la iglesia, pasa la calle, y sigue en lo mismo. A Jesús lo vivimos cada segundo de nuestra vida. Y otra cosa, la cuestión es con uno mismo. El problema no es con los demás. No está afuera. Está dentro, en uno mismo el problema. Siempre y no por raticos. Vivir la Semana Santa es vivir con Dios.
La mejor enseñanza que recibimos de la cultura Oriental, de Asia Oriental, es el proceso del Zen, que nos ayuda a llegar a nuestro interior por medio de la meditación ZEN. El problema se reduce a centrar la mente en nuestra Semana Santa 2011, que para los orientales consiste, en darnos cuenta de que nuestro subconsciente es más fuerte que nuestro consciente. Por eso dominarlo es difícil. Y desde luego, es imposible dejarlo de lado. En un taller que estuve con el Padre “J” (Jorge Julio Mejía, jesuita), nos decía que esta dificultad la podemos dominar con un propósito muy simple: Tener un sitio tranquilo en silencio. Estarnos quietos en él. Cerrar los ojos. Respirar profundamente diez veces. Y finalmente, dirigirnos al centro de nuestra mente donde está Jesús. Solamente estamos ahí: Él y yo. No más. Hay que tener un cronómetro en la mano, para que la meditación dure exactamente: 10 minutos. ¿Y qué son 10 minutos en nuestra vida diaria? ¡Nada! Para mí son los más importantes, porque sé si mis sentimientos negativos y positivos están organizados, en tal forma que los negativos sean eliminados por los positivos, según nos ordene Jesús. Jesús es amor, y Dios es amor que es la base de nuestro comportamiento.
El taller del padre “J” se llama: Discernimiento Espiritual, fundado en esta meditación ZEN. Nos reunimos un grupo de unas 25 personas en el Jardín Botánico de Bogotá. En una caseta aislada, rodeada de bosque y matas. Nos sentamos en el suelo, en un zafú[1] (cojín redondo y fuerte); cerramos los ojos, luego de que él tocó una campanilla. Y en un silencio profundo transcurrieron los 10 minutos. El subconsciente es muy difícil de dominar, porque el ser humano está dominado por él. Es cuando le decimos que no vamos a comer más, o que no vamos a fumar, o que no vamos a comer más dulces, etc., que se manifiesta, y el consciente muchas veces es derrotado. ¿Cuánta gente hay que dice que quiere dejar de fumar y no puede, porque el subsconciente no deja? Cuando yo fumaba, hace unos 40 años atrás, me sorprendía cuando notaba que había prendido dos cigarrillos en el cenicero. Un conductor de taxi me revelaba que vivía muy aburrido con el consciente. Claro, me decía, como el subconsciente es el que maneja 10 o más horas, el consciente permanece sin uso. Solamente cuando sube alguien que le converse. De resto, el consciente hace años que dejó de ordenar al subconsciente: “Ponga primera para arrancar… etc.” Mi consejo es meditar esos 10 minutos diariamente, para el manejo del subconsciente. Hay que saber que este maneja los odios, la agresividad, la envidia, la lujuria, etc., y se los presenta al consciente de una manera desprevenida, para tratar de dominarlo. Cuando nos encontremos con un súper ego, podemos ver entonces a un ser humano manejado por el subconsciente. ¡Qué Dios nos libre! (Hay millones de este género de seres humanos que figuran en la prensa, en los estrados judiciales, en la corrupción política y administrativa.)
[1] Un zafu (座蒲 en japonés o 蒲团 en chino) es un cojín redondo, de unos 35 cm de diámetro, y frecuentemente de unos 20 cm de altura.
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