El cuento de la otra vida
Iba paseando por Hacienda y me encontré con Paco. Un tipo de esos que presume de científico, y como todos los científicos, presume además de ateo, como si eso le diera credibilidad a su cuento. Porque todos andan con su cuento. Y este se basaba en el astrofísico británico Stephen Hawking, luego de que saliera su último libro: “El Gran Diseño”.
En verdad, la suficiencia no es muy agradable para tomarse un capuchino en el Juan Valdez del centro comercial Hacienda. A uno le parece que la conversación va estar jartísima. Bueno, pero Paco tiene algo agradable y es la carcajada prendediza, que aparece en cualquier momento, con la pendejada que se presente.
Hace unos días le había preguntado por los agujeros negros, pensando que lo corcharía. Y evidente, hizo una cara trágica, como le ocurre a esas personas cuando las cogen en flagrancia. Le dieron ganas de llorar esa vez, y se fue despavorido. ¡Pobrecito!
Ese día, en cambio, me saludó con una sonrisa de oreja a oreja. Me sobé, pensé. Y así fue. Mira me dijo, eso lo descubrió Einstein con la teoría de la relatividad, y duró hablando media hora al respecto de Einstein y de Hawking.
En resumen, yo lo miraba fijamente, pero en realidad estaba dormido, suspirando luego de cada sorbo de mi capuchino. Entendí, entre sueños, que la luz no es sólo ondas, sino que los fotones son partículas, y que cuando el cuerpo celeste tiene mucha gravedad, las partículas no salen, y entonces el cuerpo queda como un agujero negro, haciendo el oso en el cielo.
Paco se fue y quedé solo, íngrimo, y yo no sé por qué, me acordé que cuando Paco habló de Hawking, dijo claramente que la creencia en la otra vida era un cuento de hadas… ¡Imagínense! ¡El horror! Al rato apareció Jesús sentado en la mesa, y yo quedé verde con ese pensamiento de Paco. ¿Y ahora que hago?
Mira me dijo Jesús, tu eres muisca, campesino, de los que aman la naturaleza, y saben cuando va a llover, sin consultar con el IDEAM. Ahora que has descubierto los agujeros negros, te quiero contar lo que pienso. Imagínate, cuando estás en la verdad tienes luz, irradias luz, alumbras el camino y vez al fondo una fuente de la luz primigenia, la del Dios creador.
Cuando ves a esos hombres que no creen, que son ateos gracias a Dios, tienen un agujero negro en su interior, y por eso la luz no sale. Paco te asusta por eso, porque te encuentras con la oscuridad cuando estás con él.…
Mira, dijo Jesús, con mucha autoridad, un agujero negro u hoyo negro, es una región finita del espacio-tiempo provocada por una gran concentración de masa en su interior, con enorme aumento de la densidad, lo que genera un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera los fotones de luz, pueden escapar de dicha región. ¡Huy, Jesús! Me sorprendes. ¿También eres científico? Se rió igualito a Paco, y todos los presentes se rieron. Sin hablar… como es Él… me hizo ver que el agujero negro sirve como un símbolo, para conocer a las personas ateas, como Paco. No generan luz, como decíamos, porque viven prendidos a las cosas materiales. Esas cosas materiales le impiden a la luz que tengan en su interior manifestarse hacia fuera, debido al ego hinchado.
Entonces el cuento de la otra vida, no puede verse si tienes un agujero negro en el interior. ¡Así de fácil! Y Jesús se paró riéndose como Paco. Me dijo que iba para Valmaría, en Usaquén, al seminario de los eudistas. Concluyó, allí estudiamos la otra vida… Bueno, no es vida humana propiamente. Es vivir sin los límites del espacio-tiempo.
¡Jesús, no te vayas! Le grité, pero Él no hizo caso. Y El Gran Diseño de Hawking quedó convertido en una pintura abstracta. Paco recogió la idea y se la pasó a Pepa, una pintora que expone en la galería la Localidad de Usaquén, a donde llegué luego de unos días, a ver lo que me pareció en diseño una expresión sin agujeros negros, más bella que el libro de Hawking.
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