MARCOS
9,1-50; 10,1-52, 16,1-20.
De los temas que trae Marcos, (el primer evangelista que escribió su evangelio), se refieren estos a la comprobación de Jesús como Mesías y a la salvación del hombre, debido a su sacrificio en la cruz. El problema grande para Él, fue que lo entendieran, que fueran conscientes de su misión, como Mesías, como Hijo de Dios, que vino al mundo a salvarnos a todos.
Camino de Galilea, Jesús les dice: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”. Pero sus Discípulos no lo entendían. Mucho más tarde, cuando resucita, es que lentamente comienzan a comprender la Pasión del Señor, como Hijo de Dios, y como Salvador del Mundo, basado todo esto en su Misericordia Infinita, y el amor de Dios por el ser humano, obra y creación de Él.
Más tarde, por el camino, ellos discutían sobre quién sería el mayor de ellos, y Jesús con toda la razón, los encamina a la humildad. Humildad que es poner los pies en la tierra. Humildad es un término que se deriva del latín, que se traduce no solamente como humildad, sino también como tierra, o humus.
Los Discípulos debían saber que su vida pasajera por el planeta Tierra, es estar ubicados en la verdad de formar comunidad, y dejar a un lado el individualismo, el egoísmo, el materialismo, etc.
Por eso Jesús les hace ver que el hombre no está sólo. Si uno quiere ser el mayor de todos, debe ser el último y el servidor de todos. Debemos formar comunidad por eso. Lo que le pase a un miembro de esa comunidad afecta a todos. Si no formamos comunidad, el mundo se acaba. Estaremos destruyendo la naturaleza, y al hacerlo no habrá comida para el hombre, ni agua. Moriremos de sed y de hambre.
Jesús les pone el ejemplo de lo que son los niños. El que reciba un niño me recibe a Mí, y el que me recibe a Mí, recibe al que me ha enviado. Le personalidad de un niño se caracteriza porque es una creación de Dios en su primer estado. Antes de contaminarse con lo que han creado los adultos. Su alma está intacta, de ahí que Jesús señale que quién reciba a un niño, recibe a Dios, su creador. Lo dice Jesús textualmente: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque los que son como estos es el Reino de Dios”. Jesús aspira a que seamos como niños, si queremos entenderlo a Él, y entender su Misión.
Los Discípulos no entienden mucho este lenguaje, y no sólo eso, Jesús puede multiplicar los panes y los peces, en dos ocasiones. Él puede caminar sobre las aguas, y en fin, hacer milagros cada vez que la misericordia divina se expresa, para que ellos entiendan su misión antes de irse del mundo luego de su Pasión. Y ellos siguen en lo mismo. Unos admiran a Jesús, otros lo aman, pero no entienden aún su misión.
Al término del último capítulo de Marcos, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar el cadáver de Jesús. Van al sepulcro y se encuentran con el ángel. Y este les dice: “No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí…” Ellas salieron huyendo despavoridas, y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
A la mañana siguiente Jesús se la apareció a María Magdalena, para que le avisara a los Discípulos lo que había sucedido. ¡Qué difícil fue para Jesús que lo entendieran! Al producirse su pasión y crucifixión, todos lo abandonan. Fue necesario el milagro de su resurrección para que les volviera el alma al cuerpo a sus seguidores.
Y Jesús, en sus apariciones como resucitado, al fin logra que sus Discípulos lo entiendan. Por eso Marcos termina su evangelio diciendo: “Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban”. Fue el último milagro de Jesús, antes de ir a sentarse a la diestra de su Padre.
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