martes, 24 de abril de 2012


CUENTOS CORTOS # 34

EL HOMBRE ES CULPABLE DE SU RUINA
La conciencia del hombre vive en la Luna, a espaldas de todo. Siente, pero sólo cuando le pisan un callo. De resto no. Como individuo es sólo individuo y no más allá. Vive en su ego, limitado por los dólares, los electrodomésticos, el celular, el computador, la televisión y ahora el Blackberry.
Se nos olvidó que existe la madre naturaleza. No sólo no la amamos, sino que nos parece normal destruirla. Talvez cuando se acabe el agua y la comida pensemos en ella. La madre naturaleza nos debe unir para vivir. El problema es que no formamos comunidad con nadie, ni consigo mismo siquiera.
Cuando pasa un pajarito, una flor, un paisaje, por nuestros ojos, no sentimos nada. Sólo vemos cuando pasa una mujer con unos senos y un trasero protuberantes. De resto no vemos nada más. Si alguien nos contara que a causa de esto el hombre, (no Dios), ha producido 40 enfermedades del sexo, nos reímos, como si fuera un chiste absurdo, pesado y de mal gusto. Porque nadie tiene la culpa. Somos así, sin remedio.
Fumamos como unos descostillados tres a cuatro paquetes diarios. El enfisema es normal, porque nos parece que la vida es un cigarrillo pasajero que termina en ceniza. Y en eso tenemos razón. Alegamos que esto es cierto, y no pensamos en el daño que hace la nicotina en la sangre que irriga el cerebro. Veamos este décima de Eduardo Ortega, un personaje de la Gruta Simbólica, que resume al dedillo estos problemas inarreglables:
“Pienso cuando estoy fumando
Que todos vamos al trote,
Que la vida es un chicote
Que se nos está acabando.
Si en el momento nefando
Dios me llega a preguntar:
”¿Quiere usted resucitar?,
le diré echándole el humo:
“Mil gracias, Señor, no fumo
porque acabo de  botar.”
La Gruta Simbólica fue un círculo o tertulia literaria que surgió en Bogotá a comienzos del siglo XX, y resume a la maravilla el comportamiento de entonces, y el actual, ¡claro! ¿Por qué será? Es la creencia que el trago, el cigarrillo, la droga y las mujeres, están tan arraigados en la vida, que son los únicos placeres que nos satisfacen. ¡No hay más! ¡Imagínense! Quedan atrás los verdaderos placeres de la vida, que son un bodrio aburridor y jarto, actualmente para la mayoría. Los placeres que nos forman como personas: la lectura, la meditación, las artes mayores, las artes menores, el cine forum, el teatro y en fin, lo que pone en funcionamiento nuestras neuronas, y desarrolla los dones personales que recibimos al nacer, para crecer en el tiempo.
Ya se descubrió, y se superó la filosofía de los griegos, con la creencia de dividir al hombre en dos partes: cuerpo y alma. Ya se sabe que somos una unidad: somos una persona única, irrepetible, incopiable, inimitable. Recibimos de “allá arriba”, en forma gratuita y abundante el arte de ser como personas, siempre y cuando estemos dirigidos a los demás. Todo lo que recibimos es para darlo a los demás con nuestro trabajo. En eso radica todo el cuento. No hay nada más. Y por ello estamos imitando a Jesús, como lo describe Vicente Casas Castañeda, en este verso copiado de la Gruta Simbólica:
EN EL CALVARIO
Pendiente de la cruz, exangüe y frío,
Jesús por ves postrera
Así a la turba dijo: Pueblo mío,
¿Qué pude hacer por ti que no lo hiciera?
Yo te saqué de los desiertos y montes
Donde abandonado y mísero gemías,
Te dí los estrellados horizontes,
Fértiles valles y apacibles días.
Tuviste sed, y de la roca dura
Brotó el agua que alivia los dolores.
Hambre tuviste, fértil y madura
Te dí la espiga y embellecí las flores.
El agua que en las ánforas estaba
Quedó a tus ruegos convertida en vino.
Yo era el pastor que sin cesar buscaba
La oveja descarriada en el camino.”
    Jesús lo dijo pensando en que tenemos que hacer eso mismo nosotros. ¿Qué esto nos queda grande? Pues sí. Pero si queremos salvar el mundo, toca. Hasta que seamos una sola persona, una sola mente, un solo corazón, aunque todos seamos diferentes. No volveremos a tener ideologías basadas en la violencia, en el egoísmo, en el individualismo. Claro que no podemos igualar a Jesús, pero es a través de Él que lo hacemos, si entendemos que somos sus instrumentos, para devolverle a Papá Lindo lo que Él hizo. Jesús obra en nosotros. Es de Él la gracia.
¡Hola Chucho!
¡Ven! Tú sabes por qué lo hago,
Es que tienes la virtud de meterte,
Sin halagos, como si fueras un dardo,
En la vida privada de uno.
Y eso es sorpresa grata
Cuando todo cambia, mientras pasa
La repentina sorpresa,
Que deja tu huella, sin queja,
En esa alma ingenua e incompetente,
Que tenemos en la molleja.
Y cuando todo cambia contigo,
Y al fin somos felices y sabios,
Comprendemos que la molleja, nunca ha sabido amar,
Ahora en este mundo,
Que se desangra y se despelleja.
Con el calentamiento global,
Sin dejar títere vivo
Y sobre todo sin cabeza.
Cabeza de tonto
Con dólares y cerveza,
Droga, alcohol y viejas,
y siempre, diciéndole a Dios:
¡Gracias Señor no fumo! Porque acabo de botar.

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