sábado, 25 de diciembre de 2010

LECCIÓN DE CRISTO 25_12_2010


La Navidad
Hay algo en la navidad que produce un movimiento masivo de los seres humanos hacia Papá Noel,  el Niño Dios y el pesebre. Vivo en Usaquén, y todas las noches veo llegar la gente a visitar el parque iluminado para la época de Navidad. Digamos que son manifestaciones que producen un movimiento masivo hacia lo positivo de la existencia, básicamente generado por el nacimiento del Niño Jesús.
No sé que tanto en los adultos, pero en los niños el acontecimiento es de una alegría, de una felicidad, como en ninguna otra época del año. La sorpresa es que sí hay en el mundo un motivo que nos congregue alrededor de la paz y el sentimiento profundo de la alegría.
El deseo de todos es que los seres humanos, en general, sí pueden vivir unidos por un motivo, por alguna razón. Si el Niño Dios nos trajera la igualdad para todos, la aceptación de nuestra condición espiritual en firme, para respetar al otro, y estar al servicio de los demás, sin egoísmo,  podríamos pensar en hacer un mundo unido, comprensivo de los problemas comunes y afines en el deseo de salvar al planeta Tierra amando a los demás y respetando su naturaleza.
El efecto contrario a este sentimiento es el que me produce al pasar por frente al Baloto, ($15.000.000.000 de premio en la actualidad), pues me imagino la creación de un nuevo rico. Y  me hace pensar que todo en el mundo está dispuesto para agrandar las diferencias entre los seres humanos, fomentar el odio por todo lo que se oponga al egoísmo, y continuar con todas las tragedias que este sentimiento le ha traído al mundo.
¡Cómo sería de distinto todo, si entendiéramos el mensaje que nos trae la Navidad! Si así fuera, ya el mundo habría cambiado a buscar un arreglo de todos los problemas que nos separan. Por ejemplo que en el planeta tierra se hablara un solo idioma, una sola creencia, y claro, una cultura común conocida y practicada por todos. Les puedo asegurar que seríamos felices entonces.
Pero claro, la mayoría de los adultos piensa que esto es un absurdo. Incluso se pensaría que es un atentado contra la libertad. La libertad de ser diferente y odiar por eso a los demás, a quienes miramos no sólo por encima del hombro, sino con un odio asesino.
Los Orientales hablan de la compasión, como la forma de entender esa diferencia. Y los Occidentales, como en el caso de Hitler en el siglo pasado, justifican realizar la masacre de esa diferencia, para lograr que en el mundo sólo pise la tierra la raza aria.
Y como todas las cosas que se fundamentan en el odio a los demás, bajo la creencia de que el ego, en este caso el ego europeo, es lo máximo, el término raza aria, según Wikipedia, “es un concepto cuya aceptación alcanzó su auge en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Algunos etnólogos del siglo XIX propusieron que todos los pueblos indoeuropeos eran descendientes de un supuesto pueblo antiguo, conocido como los arios. Y esto se generó en el odio generado por varios movimientos europeos de carácter colonialista y nacionalista de la época, que abrazaron esta idea, en especial el nazismo alemán.”
Y el caso es que ni la raza ni la etnia son importantes para formar la cultura, que nace de su raíz con la naturaleza. En Colombia, ya nadie se siente español, sino formado por la tierra que lo vio nacer. Así de simple. Y es que la naturaleza que rodea al ser humano, es su madre legítima, llamada a propósito: la madre naturaleza.
Y hoy que tenemos al Niño Jesús como referencia en nuestra formación interior, además, nos llega de perlas, aquel concepto emitido por este “sute”, más tarde, sobre la necesidad de amar a los enemigos, lo cual obliga a acabar con el odio, y a formar al ego dentro del amor y el respeto, por la diferencias, a todos los demás… Pero me pregunto: ¿Quién se atreverá a decirlo? Imagínense ustedes: al que fue capaz, lo crucificaron. Y llevamos 2000 años esperando a que esto suceda: Amar a los enemigos.... No, eso ni de fundas... dirá algunos. Bueno, decir eso, es lo fácil.

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