Bendición de Israel
Isaías 44, 1-5. Ahora, pues, escucha, Jacob, siervo mío. Israel a quién yo elegí. Así dice Yahvé que te creó, te plasmó ya en el seno y te da ayuda: “No temas, siervo mío, Jacob, Yesurún a quién yo elegí. Derramaré agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi bendición sobre cuanto de ti nazca. Crecerán como en medio de hierbas, como álamos junto a corrientes de aguas. El uno dirá: “Yo soy de Yahvé”, el otro llevará el nombre de Jacob. Un tercero escribirá en su mano: “De Yahvé” y se le llamará Israel.”
Sobre Yesurún, la Biblia de Jerusalén dice que es un nombre poético de Israel. También hay que mirar la frase: “Ahora, pues, ESCUCHA, Jacob, siervo mío”, en referencia en que hay que escuchar. Aprender a escuchar es básico si se quiere leer la Biblia. Todo buen cristiano escucha para poder conocer a Dios. Allí encontramos la palabra de Jesús, siempre vigente; no importan que hayan pasado 2000 años, siempre es nueva…
Verbum Domine de Benedicto XVI, al respecto de la palabra, en su numeral 12 dice: La tradición patrística y medieval, al contemplar esta Cristología de la Palabra, ha utilizado una expresión sugestiva: El verbo se ha abreviado. Y continúa diciendo, los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del Antigua Testamento, usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: “Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado.” Para Dios, Jesús es la palabra. La palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. La palabra se ha hecho niño, para que esté a nuestro alcance.
Ahora la palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una gran voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret. Y continúa diciendo la Verbum Domine: Siguiendo la narración de los evangelios, vemos cómo la misma humanidad de Jesús se manifiesta con toda su singularidad, precisamente en relación con la palabra de Dios.
Él, en efecto, en su perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada momento; escucha su voz y la obedece con todo su ser; el conoce al Padre y cumple su palabra; nos cuenta las cosas del Padre; “les he comunicado las palabras que tú me diste.”
Por tanto Jesús se manifiesta como el LOGOS divino que se da a nosotros, pero también como el nuevo Adán, el hombre verdadero, que cumple en cada momento no su voluntad sino la del Padre.
Él iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, ante Dios y los hombre. De modo perfecto escucha, cumple en sí mismo y nos comunica la Palabra divina.
Finalmente, llegamos nuevamente al verbo escuchar, como la única manera de seguir la palabra de Dios.
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