La Basura
En esta Navidad le pido al Niño Jesús que cure a los bogotanos que tienen una idea errada sobre la basura. Porque a cualquiera le parecería de pésimo gusto, pensar en lo que responden un buen porcentaje de bogotanos, cuando botan un papel en la calle, diciendo que para eso ellos están pagando el servicio de aseo.
Lo pude comprobar en Usaquén, en la carrera 6, entre calles 117 y 116. Apenas dos cuadras. Y lo comprobé porque me regalaron una pinzas de un metro de largo, con la cual salí a mirar cómo era la cosa, con un talego grande. En esas dos cuadras recogí en papeles, colillas, balsas de plástico, etc., una cantidad inimaginable de basura.
Hablé con los porteros, celadores y obreros que me encontré en la vía, refiriéndoles el suceso. Ellos me contaron que las gentes decían eso, que la empresas de aseo recogían la basura, y se molestaban cuando se les advertía que esa no era una respuesta adecuada. Botar basura a la calle es de mala educación. Iniciaba la conversa haciéndoles ver que la Sabana de Bogotá, tiene un declive hacia el sur occidente, y que por eso encontramos el Salto de Tequendama en esa dirección, y les mostraba todo lo que recoge la lluvia en el gran talego que llevaba con la basura, y las pruebas de que son los barrios del sur occidente los que están más inundados, porque las alcantarillas están atascadas con esta basura de las gentes mal educadas.
Me miraban extrañados con el tema. Ni los periodistas, ni el Estado, ni casi nadie, tienen conciencia de eso. Ahora que las alcantarillas están atascadas, y que muchos de los barrios del sur occidente están inundados de agua, resistiendo el mal olor de las aguas negras, y el peligro de las infecciones en las gentes que viven allí, incluyendo, claro, a los niños especialmente.
¿Qué podamos hacer? La respuesta es: ¡nada! Entiendo que en los países desarrollados hay multa para quién tire la basura en la calle. Pues hay que corregir esa actitud indiferente, y sancionar ejemplarmente, a quién se le ocurra hacerlo.
La sensación que dejan estas cosas, no sólo es deprimente. Me parece que se sale de toda razón, sabiendo que no podemos tener una conducta en que no prime sobre todas las cosas, el respeto por el otro, el respeto por el aseo en las calles, la conciencia del daño que hacemos, como si fuera lo normal hacerlo, sabiendo que la calle es nuestra casa también.
Y me acordé entonces cuando viví en Sopó, un municipio que a mediados del siglo pasado, apenas comenzaba a conocerse como productor de quesos. Éramos pobres, pero no conocí a nadie pidiendo limosna. Nos saludábamos todos, porque nos conocíamos. Y lo que más me gustaba, era que los habitantes, con frecuencia barrían las calles, y el pueblo permanecía con un limpieza increíble.
El pueblo de Sopó, pobre, de esa época, le da una lección a los bogotanos desarrollados de estos tiempos. Desarrollados en lo material, y torpes en algunas de sus maneras de ser: botar basura a la calle, para que la empresa de aseo la recoja, olvidando que antes que la empresa pase, la lluvia se la lleva para las alcantarillas, los caños, los desagües. ¡Qué horror!
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