sábado, 3 de marzo de 2012

LECCIÓN DE CRISTO 1_03_2012


MARCOS 7, 24-30: Curación de la hija de una extranjera, poseída por el demonio. Jesús había salido de Galilea hacia Tiro o (Tyro) y Sidón, al norte de Israel.
La mujer era extranjera de nacionalidad sirofenicia; Jesús la escucha y el demonio sale de la hija, por la que la mujer estaba sufriendo. Jesús les hace ver a los judíos que su milagro es para todos los hombres, lo que vale es el sufrimiento de la mujer por su hija, porque el hecho de ser ella extranjera, es secundario. La doctrina de Jesús es para todos los seres humanos sin distingos.
Y ya sabemos que las leyes judías para Jesús son secundarias. Lo importante no son las leyes externas, sino lo que sale del interior del hombre. Eso es lo que lo daña. No hay distinción entonces entre un judío y un pagano. Todos somos iguales.
Como vemos todo lo que leemos en el texto de Marcos es simbólico, por eso tenemos que reflexionar sobre él. Cerrar los ojos para ver como lo vemos en el interior nuestro, donde se puede producir el mal que nos contamina, si no seguimos con exactitud la palabra de Jesús.
El va a Tiro (o Tyro), y a Sidón, es decir a tierra extranjera, donde está el demonio para los judíos, o mejor la gente impura, pagana. Este simbolismo del texto de Marco, nos obliga a descubrir a Jesús, a encontrarlo en nuestro interior, y exactamente en nuestra conciencia, que debe estar fundada en el amor a Jesús. Cada quién tiene que descubrirlo en lo interno, y no afuera, en lo externo.
Tenemos que tener presente que la resurrección de Jesús, luego de su pasión, fue un hecho escondido casi. Es a nosotros, individualmente, los que tenemos que descubrirlo, para vivir con Él. Entonces podemos llamarnos cristianos.
Jesús permanece escondido, para que nosotros, libremente, lo descubramos. Hay un descubrimiento entonces, para la mujer extranjera, sirofenicia, que culmina con su deseo de que Jesús la ayude con su hija. Se abre a Él, porque sabe que no es un hombre cualquiera. Cambia la lógica, pues no es Dios buscando al hombre, sino la mujer extranjera. Ella descubre la presencia activa de Jesús en su interior.
Para llegar a esto la mujer analizó su relación con los demás y con Jesús. Ella sabía que Dios siempre le dará lo mejor. Dios no es como los seres humanos, sino misericordia infinita y gratuidad perpetua. Nuestra vida es un regalo de Él. Claro que uno puede decir: soy ateo por la gracias de Dios, pues nos hizo libres.
Pero Dios no es un extraño. Aparece desde la relación de nuestro padres, cuando nos regala la vida, hasta el día que trascendamos para regresar a Él, (o al cosmos si somos como los moscos ateos). Y nos salvamos por medio del ejemplo de su Hijo, enviado por Dios para salvarnos a través de su Pasión, y ser nuestro modelo. El que nos enseñó quién es Dios.
Y el que cierra la brecha que separa a los humanos, cuando todos somos iguales, con la misma vida pasajera, y los mismos problemas y defectos que nos alejan de la paz, y de la verdadera felicidad.
Es el caso del pueblo de Israel, habiendo tenido a Jesús en su pueblo, y sigue sin embargo en guerra a través de toda su existencia. Jesús dice: Amad a vuestros enemigos. No juzguéis. Amad a vuestro prójimo. Y todo esto, que Jesús dice, está a años luz del mundo materialista y egoísta que vivimos en lo cotidiano.
Jesús sería feliz el día que habláramos un solo idioma, un amor puro común, un solo país, una sola ley divina, (bien alejada de la ley humana), y un solo camino de verdad y vida, fundados en la palabra de Cristo.
Marcos 7, 31-37: Estudiar la “Curación de un tartamudo sordo”, sobre el proceso que sigue Jesús para obrar su milagro. Los pasos son: lo apartó de la multitud; le metió sus dedos en los oídos; con su saliva le tocó la lengua, y dijo “Effetá”, que quiere decir ábrete. Y dice la multitud: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Pero a Jesús, ese misma multitud, lo deja solo, le vuelve la espalda, no medita para encontrarlo en su interior. ¡No!, los seres humanos somos capaces de crucificarlo como un delincuente, y abandonarlo por las cosas materiales, fundados en nuestro egoísmo.  Rezar a diario, para por medio de la oración, superar nuestra debilidad, recordando que somos mudos y sordos, iguales al ejemplo que nos muestra Marcos.


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