LECCIÓN DE CRISTO 7_6_2012
Marcos capítulo 14, 15 y 16
La pasión y la resurrección de Jesús.
Estamos primero frente a
la muerte de Jesús, y antes tenemos que ver la entrega de Jesús, y la
responsabilidad de reconocer que nosotros lo condenamos. La realidad humana que
está en los judíos y está en Judas por su traición, nos hace ver el fracaso del
discipulado, que es también el nuestro. Pero hay un detalle en Betania, (14,
3-9), donde una mujer hace la unción de Jesús, en su preparación para su
muerte, que lo unge con un perfume, y que produce la reacción de algunos
indignados por el desperdicio, según ellos, del costoso perfume.
¿Qué dice Jesús ante
esto? “Dejadla. ¿Por qué la molestáis?... Se ha anticipado a embalsamar mi
cuerpo para la sepultura”. Esta mujer, que en Marcos no tiene nombre siquiera,
representa un nuevo modelo de discipulado. Es un discipulado que no se muestra,
sino que se manifiesta con su don de fe. En vez de buscar admiración, obra en
conciencia.
Y Jesús concluye
diciendo: “Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el
mundo entero se hablará también de lo que esta mujer ha hecho para memoria suya.”
Hay entonces una crisis vocacional en los discípulos, que no entendieron la
obra de esta mujer.
Es más, cuando en la
Última Cena se concreta la traición de Judas, se confirma el fracaso del
discipulado. Ellos ni siquiera saben que Judas lo va a hacer, aunque por la
forma como Jesús lo dice, cualquiera hubiera podido preverlo antes. Y se agrega
a ello la negación de Pedro más tarde cuando ocurre el juicio a Jesús. Y se
confirma luego de la Crucifixión, cuando desaparecen los discípulos de la
escena totalmente. Es un centurión romano solo frente a la Cruz que dice:
“Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”, (Marcos 16,39).
En Getsemaní, cuando
Jesús está en su oración con Dios, los Discípulos se duermen. Él les ha pedido
que velen, pero ellos no están en la tónica de Jesús. El testimonio de la vida
cristiana no está presente, ni en tiempos de la pasión de Jesús, ni ahora. El
testimonio de la mujer de Betania, es de los pocos ejemplos de fe que
encontramos, y la consecuencia es que nuestra vida vive en crisis.
Jesús representa entonces
al pobre, abandonado de todos. La mujer de Betania lo unge, cuando se sabe que
lo van a matar, y no obstante confía en Él. Discípulo que se respete no pierde
la fe, aunque sepa que lo van a matar. El Mesías que imaginan los judíos está
muy lejos de lo que es Jesús. Está a años luz del Mesías esperado por ellos.
Los judíos esperan
recibir todo de ese Mesías, pero
la propuesta de Jesús es que uno se entrega, se sacrifica por los demás,
entrega su vida por ellos. Y no espera recibir nada a cambio… Jesús, por
ejemplo, recibió flagelación, corona de espinas, crucifixión y muerte, además
de insultos, bofetadas, etc.
La religión judía cree en
el sacrificio del cordero. Los sacerdotes judíos están para eso, para hacer los
sacrificios. Jesús les cambia este oficio; Él no es el cordero que esperan los
judíos. En la Última Cena, no se celebra la muerte del cordero, sino que se
instituye el símbolo del cordero, transformado en el pan y el vino. ¿Qué
significa esto? Que Jesús va a vivir en el corazón de los seres humanos, va a
estar en el interior de ellos bajo las especies del pan y del vino. El cordero
sufre entonces una transformación muy lejana al sacrificio físico de un cordero
externo, material, por un cordero espiritual que habita el corazón humano. (No
se trata de ternera a la llanera, pues).
Por eso Él dice este es
mi cuerpo y mi sangre, es el cuerpo y la sangre del cordero. Y la Eucaristía
viene siendo eso, el encuentro con Jesús, en la forma que Él estableció para
vivir el discipulado verdadero. No soy yo el que vive, es el cordero el que
vive en mi, haciendo lo que repetimos en cada cuenta del rosario: Jesús, yo te
amo, y hágase en mí tu palabra.
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