LECCIÓN DE CRISTO 14_6_2012
Marcos, capítulo 15. Comienza con el proceso de la Pasión, y termina
con la sepultura de Jesús. Marcos escribe su evangelio posiblemente entre los
años 65 o 70 D.C., cuando han pasado más de 30 años de la Pasión. Este proceso,
Marcos lo describe en forma muy sucinta. Se nota que los sacerdotes judíos
están muy ofendidos con Jesús, y Pilatos aparece como sorprendido que pidan la
crucifixión, porque no considera delito estar en desacuerdo con las creencias
de los sacerdotes del Sanedrín.
Porque para ellos uno de
los hechos más graves es que Jesús aparezca como su rey. Pilatos le pregunta si
esto es verdad, y Él responde: “Si tú lo dices”. Pero las acusaciones son
varias. Pilatos accede a crucificarlo, aunque no esté de acuerdo con los gritos
de “Crucifícalo”. Y suelta a Barrabás a ver si logra calmarlos, pero no lo
logra.
Pilatos finalmente lo
entrega a los guardias para que lo lleven al pretorio, y llaman a toda la
cohorte para que participe. Pretorio: El Pretorio (Praetorium en latín), fue el
nombre dado al cuartel general de la armada romana. Cohorte: El término cohorte
(del latín cohors, cohortis: ‘séquito’ o ‘agrupación’), tiene varios significados,
pero en este caso es una unidad
táctica de infantería del antiguo ejército romano. A su vez, la cohorte se
componía de manípulos, comparables a una compañía de infantería.
Lo que ocurre en el
Pretorio, con los soldados romanos, es una burla a Jesús con la corona de
espinas, acompañada de violencia, para humillarlo. La actitud de Jesús es
guardar su compostura, y aceptar la burla como si no fuera con Él. Durante toda
la Pasión, como ahora con los romanos, Jesús es un ejemplo de fortaleza: no
pierde su compostura, y aunque los judíos y los romanos lo crean, no le afectan
los insultos, ni las burlas, ni los azotes, ni la mofa. Él siente que la fuerza
del Padre, no sólo lo sostiene, sino le da la fuerza para realizar su misión,
por encima de todo. La voluntad del Padre, prima sobre todo.
En el camino a la cruz
aparece Simón de Cirene, quién lo ayuda a llevar la cruz, porque luego de la
flagelación, su cuerpo ha quedado físicamente muy deteriorado. Simón de Cirene
o El Cirineo fue, según los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, la persona que
ayudó a Jesús a llevar su cruz hasta el Gólgota, donde luego sería crucificado.
Se dice que "venía del campo", y en el evangelio de Marcos se hace
referencia a él como "padre de Alejandro y de Rufo". No hay ningún
dato más acerca de él en el Nuevo Testamento. Inclusive no aparece en el
Evangelio de Juan.
Una vez crucifican a
Jesús, los insultos y las mofas continúan. Le dicen: “…tú que destruyes el
templo en tres días, sálvate a ti mismo”. Le recriminan los sumos sacerdotes,
con el cuento de que a otros salvó, pero no puede salvarse a sí mismo. Los Discípulos
hace rato lo abandonaron.
Jesús expira diciendo
“Dios mío, por qué me has abandonado”, y al final de todo su agonía, se da una
paradoja: el centurión romano que había asistido a su muerte, dice:
“Verdaderamente este era hijo de Dios.”
Lo acompañan algunas
mujeres. Según Marcos: María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y
de Joset, y Salomé. Ellas miraban desde lejos.
Finalmente aparece en
Marcos José de Arimatea, miembro muy respetable del Sanedrín, quién logra que
Pilatos le entregue el cadáver de Jesús, para enterrarlo. Lo más admirable de
Jesús durante su dolorosa pasión, es haber puesto su misión por encima de todos
sus indecibles sufrimientos. En resumen fue el triunfo del amor sobre el
pecado; esto hizo que el Padre le diera a su Hijo toda la fuerza para resistir
la muerte, y convertirla en la manifestación más profunda de su amor por nosotros,
por nuestro desconocimiento del amor puro de Dios. Por eso la cruz no es muerte
sino vida, y se convierte, además, en el símbolo de nuestra salvación.
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