lunes, 18 de octubre de 2010

LECCIÓN DE CRISTO 14_10_2010


El misterio de la salvación y de la iglesia

Efesios 1, 3-6. El plan divino de la salvación. San Pablo recorre el Mediterráneo, visitando las diásporas judías que viven en comunidad con los paganos. El judío lleva su mentalidad, pero no hablan hebreo, sino en la sinagoga. Son grecoparlantes. Ruah (espíritu) es parte de la persona en hebreo. En griego tiene otro término, y no hace parte de la persona, sino que es un componente externo, no más. Estas diferencias son las que le presentan dificultad a la predicación que ocurre en el año 60 D.C.; era muy difícil la traducción entonces de la Torah. A nosotros nos tocó en Latín, luego no vivimos eso tan difícil de pasar de hebreo a griego.
El evangelio llegaba a las culturas de aquella  época más que por la palabra, por el estilo de vida de los cristianos, que los distingue en el entorno social concreto. Entonces las personas se convertían por la predicación de San Pablo, y por la forma de vida que llevaba. Resumiendo, el evangelio más allá de la predicación es más bien vivencia, lo fundamental, la base, el cimiento. Vivencia cristiana en Cristo en medio de cristianos y paganos.
San Pablo parte de Corinto hacia Roma, donde encuentra su muerte (ejecutado en Roma), pero antes desde allí envía sus cartas al Asia Menor. Desde la presión les escribía. Porque el evangelio se metió en todos los sectores, y era por lo tanto peligroso para el Imperio Romano dominante a todo lo largo del Mediterráneo y el Asia Menor.
Se vive un ambiente cultual a través de himnos que se llaman cristológicos, para asegurar la absorción de la palabra de Jesús en el alma de la comunidad judía y pagana. La gente canta y entiende el misterio de Cristo. A lo largo de las cartas de San Pablo, encontramos los himnos, que van consolidando las tradiciones cristianas.
La comunidades primero viven y después celebran, y no lo contrario. Precisamente lo hacen porque sienten la influencia de las palabras de Cristo en la vida cotidiana. La celebración es pues posterior a la vivencia… Los ritos y los himnos llevan a las personas a celebrar la vida que llevan en la cotidianidad. Es diferente a las personas que van a misa, o se confiesan, sin sentir en su vida ordinaria el sentir del Espíritu Santo que permanece siempre en las personas cristianas de verdad, que están siempre con Jesús y María.
Por ahí es que nos llegan las bendiciones, y la posibilidad de expandir el camino de la palabra de Jesús, que es un gran trabajo de campo social. No es en el templo, solamente. Más que todo aparece en la vida común, donde tiene el mérito para los que practican la palabra sin remilgos y francamente, especialmente a través del ejemplo. Esto es lo que significa ser cristiano.
Todo se fundamenta en el amor. Dios nos ama. A todos, sin excepción, sin medida, siempre. Es misericordia infinita y en gratuidad total. Y es principalmente por medio de la familia. Por eso decimos de Dios, que tiene amor de padre, y nosotros con Él, amor de hijos. Para Él todos somos iguales, sin distinción de raza, estrato, o religión. Además el amor de Dios pasa por nosotros, individualmente, personalmente, sin intervención de terceros. Soy yo y Dios. Es Jesús y yo. Es María y yo. Es el Espíritu Santo y yo. Es cuando Dios nos sale hasta por los poros.
Por eso San Pablo nos dice en Efesios, 1, 3-4: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo.”
 
 
         

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