Somos familiares de Dios
Efesios 2, 19-22. “…ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios…” Jesús es la piedra angular que sostiene el edificio, el templo vivo que somos, es la base, el cimiento de toda persona, y somos familia porque somos hermanos e iguales en Jesús. Se acaban las diferencias, porque todos somos movidos por el Espíritu Santo, que es la forma como Dios vive en nosotros.
San Pablo nos está mostrando una comunidad, donde conviven gentiles y judíos. Judíos que son grecoparlantes, además. Y en esto la eclesialidad es la forma de vida de las gentes que viven alrededor de San Pablo, donde su ejemplo, su forma de vida, es lo que atrae a los paganos. En el año 60 D.C., más que la predicación de San Pablo, es el ejemplo de vida lo que atrae, ya que entonces ya no vivía Cristo, sino en el alma de los cristianos.
Es el estilo de vida lo que cuenta. Ser familia de Dios, es vivir como hermanos. Ya no somos extranjeros, advenedizos, expatriados, discriminados… ¡No!, todos somos iguales, y vivimos unidos por un sentimiento de respeto y unidad. Lo que cuenta es vivir bien, sin problemas de relación con el otro, porque se respeta la diferencia.
Y el cristiano verdadero vive para servir al otro, para ayudarlo, para hacerlo sentir bien, en su contexto, en su ancestro, en su cultura. Todo ser humano es especial y único. Y forma parte de la comunidad como un integrante presente, vivo. Todos somos tomados en cuenta. Somos alguien en el medio. Contamos para todos.
La principal necesidad humana es compartir la vida en comunidad. Compartir con los demás con una espiritualidad social.
La individualización es por eso la peor cualidad del ser humano. Lo aísla del resto. Lo llena de prejuicios. Lo lleva a juzgar al otro. Lo hace imaginar lo que supone que es el otro. No reconoce que los otros son diferentes a él, sino que congrega a todos, en su real parecer y entender.
Tampoco podemos concentrar la eclesialidad, (forma de vida religiosa), en el templo. Jesús llevó una vida pública, no privada, o reducida a un templo. No, Él siempre estuvo con la comunidad. Allí donde hay gente, está Jesús. Donde está la comunidad, está la familia de Dios. Eso es lo maravilloso.
La teodicea es la metafísica del conocimiento de Dios, y eso nos lleva a ver su existencia dentro de la comunidad, como parte fundamental de la familia. Luego no lo podemos reducir a los templos. Él está dentro de nosotros, en el contexto social. Actuando siempre, cuando lo dejamos actuar. Vivimos con Él en medio de lo cotidiano, cuando somos conscientes de su amor divino, misericordioso, de su actitud siempre presente cuando lo llamamos y de esa gratuidad infinita, que no tenemos como pagarle o devolverle, sino con nuestro amor. Eso es lo que quiere de nosotros, y le basta.
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