lunes, 15 de noviembre de 2010

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 80


La vida nueva en Cristo

Efesios 5,1-6. Hay que vivir en el amor, como Cristo nos enseñó. Ni la fornicación, ni la impureza, ni la codicia, nos llevan a Él. Lo contrario, nos alejan de esa vida feliz y buena, que no por ser pasajera deja de ser santa. El camino del amor y la imitación de Jesús, es lo que nos hace felices. En eso consiste la vida nueva.
Lo mismo pasa con la grosería o chocarrería, las necedades, en fin, San Pablo nos hace ver que con Cristo ninguno de estos defectos participa del Reino de Dios. Hay que vivir como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.
Antropológicamente, es decir, desde el punto de vista del ser humano, hay que desprivatizar la fe, el amor, la bondad, para poder ver lo que somos nosotros mismos, y nuestra relación con los demás. Haciendo referencia al contexto en que nos movemos, para poder ver la bondad, la justicia y la verdad, tal cual. Porque hay que hablar en los términos de la conducta humana, y desde ahí, comencemos a desprivatizar, lo que nos permite salir de nuestro circulo y poder ver desde arriba, lo que nos rodea, y así, crear modificaciones que requiere nuestra conducta, lo que le hace falta en bondad, justicia y verdad.
Cada día tenemos que ir formando nuestra estructura. Tenemos que mirar los derechos humanos. Y si lo hacemos bien vamos a encontrar las conductas de los ultraderechistas, los fanáticos, los godos atrasados o los liberales con una libertad que se salta los derechos humanos, en fin, miles de características que el ego va formando con el odio o con las creencias de superioridad sobre los demás. La idolatría la podemos catalogar desde la frontera de la fe. Entonces debemos darnos cuenta que hemos perdido la identidad y vuelto nuestras creencias un fetiche. No somos dioses. Dios no tiene nuestro defectos, no es como lo imaginan los seres humanos malos, que asesinan, que fornican, que son impuros, en fin. Piensan que lo que hacen está bien, y se regocijan, sin saber que van camino de las tinieblas. Van a sufrir. Van a ser infelices.
Hay que tener cuidado entonces con la idolatría y los fetiches que nos rodean. Los encontramos especialmente en los medios masivos de la comunicación. Para poner un ejemplo, los periodistas se suelen ir por lo negativo. Si hubo un sacerdote pederasta, entonces para agrandar las noticias, para tengan buenos “ratings”, le hacen creer a la gente que todos los curas lo son.
Con frecuencia los medios masivos no critican sus errores, y menos aún, la deficiencia que tienen en gran porcentaje de ser ignorantes. No saben derecho, pero juzgan al detenido. Lo condenan “de una”, y se saltan el proceso penal que debieran conocer.
El 9 de abril de 1948 sirvieron de estímulo para el “bogotazo”, con 5000 muertos y miles de pérdidas materiales. Nadie dijo nada al respecto de haber servido los periodistas de estímulo a la debacle. En “El Palacio de Justicia”, tragedia que conmovió al país hace 25 años, el 6 de noviembre de 1985, donde murieron magistrados de la Corte Suprema y del Consejo de Estado, además de personas particulares, guerrilleros del M-19, soldados y policías, también sirven de ejemplo, los periodistas, de la inutilidad como seres responsables de no ver una situación caótica. Los guerrilleros del M-19 comenzaron a llamar a la prensa: “Si el gobierno no retira al Ejército, masacraremos a los magistrados.” Las emisoras y sus avisos publicitarios estaban de plácemes: todo el país prendió el radio. (Noticia tomada de la página 154, “El Palacio de Justicia”, de Ana Carrigan, Primera Edición Octubre de 2009, ISBN 978-958-8461-06-9).
El presidente de la Corte habla con la radio: “Pero magistrado Reyes (se refiere a Alfonso Reyes Echandía muerto en la tragedia), ¿qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer?”. El magistrado suplica que se dé la orden de cese al fuego. Pero el periodista lo único que hizo fue hacer más preguntas, que es lo que saben hacer. El magistrado le responde lo lógico: “Este no es el momento de hacer preguntas… Luego del cese al fuego le respondo.” Y colgó el teléfono. Y luego pasó lo que ya sabemos. El periodista no entendió nada.
Este es sólo un detalle de semejante tragedia, pero es excelente para darnos cuenta del contexto que vivimos, siempre de espaldas a la verdad, a la justicia, a la bondad, y sin tomar sentido a hacer del país, al fin, un civilización cristiana, en que todos somos iguales en Cristo, hermanos de Dios, hechos por Él, donde todo se fundamenta en el amor puro que nos enseñaron Jesús y María. Por eso, este tipo de comportamientos, lo afirma San Pablo, relajan la unidad, la destruyen. Son comportamientos que no tienen presentación pues no son dignos de un cristiano. Vivamos como nos lo enseña el evangelio, pues. 

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