domingo, 21 de noviembre de 2010

LECCIÓN DE CRISTO 18_11_2010


La vida nueva en Cristo 2

Efesios 5, 6-14: “Despierta tú que duermes, y levántate dentro de los muertos, y te iluminará Cristo.”

El grupo ha llegado puntualmente a las 7 p.m. La charla y los celulares, comienzan a apagarse poco a poco… Hasta que el Padre Alex pide silencio y comienza a sonar la música, mientras todos se sientan en su sitio y muchos cierran los ojos… La letra de la música dice: “Hay momentos que…, no debían terminar. Hay momentos que debían ser eternidad. Cuando oigo dentro de mi, tu voz que me llama, siento una gran fuerza, y mi corazón estalla: te amo mi Señor, te amo con las palabras, que me llegan al alma para cantarte: Te adoro mi Señor, no hay nada alrededor, solo estamos Tú y yo…”

  Jesús es la luz del mundo. Por esa luz conocemos el mundo como debe ser; encontramos a través de Él la bondad, la justicia y la verdad. Pero ¡cuidado!, hay en el mundo muchas maneras para ocultar esto con la mentira. Se niega la bondad, la justicia y la verdad con la mentira. Se disfraza la existencia para negar la verdad, se justifica la mentira, y se cambia por el odio, la bondad.
Donde hay luz podemos ver. Donde hay oscuridad no. Los bautizados somos los iluminados, porque tenemos luz. Y el parámetro es el evangelio que nos da una forma de vida. Una vida santa. Vamos entonces por el camino de la luz, siguiendo la palabra de Jesús en el evangelio.
La gloria de Dios es la autonomía del hombre, porque cuando Dios se hizo carne, se hizo humano, para darnos el ejemplo de ser iluminados. Entonces con el evangelio sacamos de las tinieblas lo que se esconde. Sacamos la maldad de nuestro interior, porque podemos ver la verdad.
Yo soy lo que tú eres, nos dice Jesús. Siempre que lo hemos querido así. Yo en ti, y tú en mí. En mí, por eso, la maldad no tendrá voz en mí. Cristo será mi sombra, es la manera de seguirme. El gusta de visitar a los que están en las tinieblas.
Cristo fue capaz de ver la luz nuestra en las tinieblas, la luz de Dios en nuestra tinieblas. Y esto, cuando funciona positivamente, es la manera como Cristo nos da la libertad. Estamos amarrados a la maldad, lo vemos diariamente, los sentimos, lo vivimos en nosotros. El secreto es ver donde estamos. Parar nuestra existencia, a ver como está, donde está, que tanto ha perdido la libertad, y cómo, podemos librarnos para salir a la luz… Ahí está Jesús, esperando.
  Está esperándonos para sanarnos. Y cuando lo hace somos libres y podemos llegar a la bondad, la justicia y la verdad. Conocemos la felicidad, el sentirse pleno, el ver que la vida, que es sagrada, la hemos sabido llevar a la plenitud. Estamos satisfechos.
Vemos en cambio con tristeza a los que siguen en las tinieblas. Ellos creen que la vida es estar en la oscuridad, en la adicción, en la fornicación, en la materialidad, en fin. Pretenden, por ejemplo, combatir los embarazos de los jóvenes, con preservativos o con la píldora del día después, para que sigan en las tinieblas.
La imaginación es la loca de la casa… ¡cuidado!, tiene un poder muy grande para las disculpas, para inventar, para justificar con toda clase de argumentos, lo que está mal.
Por eso no puede haber temas tabú para la fe cristiana. Hay que analizar, y sobre todo hacer el discernimiento espiritual siguiendo las palabras del evangelio de Jesús.
Les dice San Pablo a los Efesios para prevenirlos con los que no siguen sus enseñanzas: “No tengáis parte con ellos. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de luz, pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.”
El padre Alex nos pide que cerremos las biblias y que pongamos punto final a nuestras preguntas. Prende una vela en el centro del recinto, y apaga la luz… Hay que meditar. Hay que sellar en el corazón lo aprendido. Hay que volver los ojos hacia adentro… Y el padre Alex prende la grabadora:
Hay momentos que…, no debían terminar. Hay momentos que debían ser eternidad. Cuando oigo dentro de mi, tu voz que me llama, siento una gran fuerza, y mi corazón estalla: te amo mi Señor, te amo con las palabras, que me llegan al alma para cantarte: Te adoro mi Señor, no hay nada alrededor, solo estamos Tú y yo…”


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