lunes, 8 de noviembre de 2010

LECCIÓN DE CRISTO 4_11_2010


La Exhortación

En Efesios 4, 25-32, San Pablo dirige su exhortación hacia la vida nueva en Cristo, sin mentiras pues todos somos miembros unos de otros. Sin estar aireados. Sin Robar. Ayudar al necesitado. No utilizar palabras dañosas, sino las que sean convenientes, y hacer el bien a los que nos escuchen. No entristecer al Espíritu Santo que vive en nosotros. Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad desaparezca de nosotros. Sed amables, y perdonar como Dios nos perdonó en Cristo.
En la Carta a los Efesios San Pablo nos lleva a pensar en Cristo, para poder enfrentar esta exhortación sobre nuestros defectos, para que con la  gratuidad de Dios, que es el don que nos hace conscientes a través de Cristo de la verdad interior propia, donde encontramos diariamente el cúmulo de defectos, de los cuales Cristo nos libró en la Cruz.
Son cuestiones prácticas que aparecen diariamente en la vida cotidiana nuestra, y que nosotros afrontamos con el don de Dios, que nos llena con el Espíritu Santo, para seguir la palabra de Cristo.
Cristo nos lo dio Dios como la entrada a su propio corazón, dentro de la gratuidad que es el don de Dios. Cristo es por eso la piedra angular de nuestros cimientos, para ser inconmovible nuestra alma frente a los hechos que mencionamos arriba, y para afrontarlos con éxito.
Todos los días al levantarnos debemos meditar sobre esto, y reflexionar sobre nuestros defectos, para corregirlos con la ayuda del Espíritu Santo. Muchas veces no soportamos a los demás. Muchas veces nos levantamos llenos de odio. Muchas veces no perdonamos. En fin, reflexionar cada día sobre esto, para corregir nuestras actitudes, que están fuera del corazón de Cristo. Los sentimientos los maneja Él. Y es imposible que se equivoque porque está fuera de su manera de ser, según lo demostró en la cruz. Él se da por nosotros. Deja atrás sus heridas. Lo fundamental es: “Perdónalos porque no saben lo que hacen.” Y se entrega al sufrimiento para salvarnos. Todos estamos salvados a su lado. Nadie está condenado, si ha tenido la inteligencia de abrirle la puerta al Espíritu Santo.
Tenemos que aprender a manejar nuestras emociones. Estudiar nuestras actitudes. Manejar nuestro vocabulario. Todo dirigido a ser ante los demás, como Jesús quiere. Estar al servicio de los demás, como lo hizo Él en vida, y prepararse internamente con la meditación, para dar de sí, el legado de Cristo de su amor y sacrificio.
Cristo está en todos. Lo que ocurre es que hay seres humanos que no se dan cuenta, o no les interesa, o están dominados por su ego terrenal, apegado a lo impermanente, a lo corruptible, a lo material. Lejos del Espíritu Santo. Y así destruyen su vida, con la adicción a lo material, su concepto de que su ego prevalece sobre todo. Cuando todos somos hijos de Dios, sus hermanos, iguales en todo, sólo diferentes en la vida sagrada que recibimos, original y única, irrepetible, con una misión personalizada, simplemente porque la vida, por ser sagrada, es un capital que recibe la persona, y por el cual debe responder ante Dios, el único que puede juzgar al hombre.
 Y siempre tengamos en mente como termina la epístola de los Efesios 4, 25-32: “Sed amables entre vosotros, compasivos, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.”



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