domingo, 17 de julio de 2011

CUENTOS CORTOS # 10


LOS ANIMALES IRRACIONALES

Hay muchos ejemplos para imitar de estos animales frente a los racionales. Bastaría pensar que no hay vacas dedicadas a la prostitución. Ni tampoco los toros, porque ellos sólo hacen sexo con las vacas que tienen celo. Con las vacas niñas, no lo hacen nunca. Y uno se aterra frente a un humano como nuestro compatriota Garabito, que no sólo hace sexo, sino que también los asesina. Ante él quedamos mal, bien mal.
Paco, el perro de mi hija, lo solemos regañar para que no entre al estudio. Y él hace caso. Lo que es extraordinario es que él no guarda ningún rencor contra uno, luego de que lo castigamos por retozar entre las flores del jardín. Si uno lo deja de ver por unos días, cuando uno vuelve, él llora de la dicha. ¡Es increíble! Cuando el perrero lo lleva a pasear, con otros perros, todos van al mismo paso, ninguno tira de la correa. Y si Paco me reconoce, sólo chilla de gusto, pero sigue obediente al mando del perrero. En eso se distancian del humano que mata, del que bota mugre en la calle, del que se vuelve indigente, drogadicto, etc. Entre otras cosas, no conocemos un perro alcoholizado o dedicado al opio, a la cocaína, al basuco; ni que sea indigente, ni desplazado, ni marica, ni guerrillero o narco, etc.
El gato de Paulina, la de la librería de la esquina, también es un ejemplo de nobleza. Se hace en el mostrador para que uno lo rasque. No necesita de tomar clases de Pilates, porque hace estiramientos cada vez que se levanta a caminar. Pero el tipo es un poco mañoso, pues sólo viene a comer su concentrado entrando por la puerta de la casa. Cuando Paulina se fue de paseo por unos días, lo encontré bastante molesto porque no le abrían la puerta. Pensé que era por hambre, pero no. Le compré un pan y se lo di, pero no se lo comió. Paulina a su regreso después de varios días, puso feliz al gato. No hubo reclamo, sólo interés en comer el concentrado. Pero no hubo ni rencores, ni reclamos. El mismo de siempre. ¡Qué cosa! Si fuera humano, por lo menos hubiera arañado a Paulina o mordido. Lo contrario, hizo fiesta.
El zorrero que pasa gritando frente a mi edificio, siempre va dándole al pobre mocho. Se le ven las costillas de lo flaco, y no protesta, nunca está cansado y si lo está, ¡sóbese! El trato siempre es militar, recibe órdenes y látigo, no más. Yo quisiera convertir a NN (ser humano racional), en un mocho zorrero, luego de haber nacido entre algodones, y no haber trabajado nunca. Ni siquiera estudiado. Nunca ha producido más que lo que sabemos en el baño, y hecho de su vida un mar de adicciones, entre las cuales, la alcohólica lo tiene loco de amor por una prepago muy bonita. ¡Pobrecito!
En un tiempo le puse arroz a los copetones para que me vinieran a visitarme. Diariamente les ponía arroz integral y me visitaban, pero eso sí a dos metros de distancia. Los copetones son antisociales. No son como las palomas de la Plaza de Bolívar de Bogotá. No dan las gracias para nada, y no hacen la menor intención de acercarse. El problema se presentó cuando descubrieron la comida las palomas torcazas, lo cual me obligó a cancelar el arroz, porque no podía abrir la ventana, ya que se entraban, y se hacían popó en todas partes. Los copetones hacen bolitas muy distinguidas, que yo recogía en la baranda de la ventana. En cambio con las torcazas era el desastre. Los copetones no volvieron simplemente, y no pusieron bombas, ni minas quiebrapatas.
En un tiempo, hace muchos años, tenía un loro que decía groserías. Era amistoso, y me abría el pico cuando le llevaba comida. Era entonces cuando yo le hablaba para que aprendiera groserías de todas las marcas. Me encantaba que entraran personas a la casa y se quedaran pasmadas con el diccionario de la Lora. Una vez vino a visitarme una ex monja y quedó petrificada con la experiencia. Para ella la lora era una pecadora imperdonable. Ella hubiera hecho un sancocho con la pobre lora. Pero le advertí: La lora lo dice sin intención… Pero la ex monja no me creyó. Pensaba que la lora tenía razón. Y no hubo poder humano de convencerla de lo contrario…
Ahora, me comprenden ustedes: Por qué siento que yo soy un animal irracional…? Bueno, mirando a los humanos que nos rodean, es más bueno a los ojos de Dios… ser uno, un animal irracional. Pero una vez me encontré con Jesús a la vuelta de la esquina, en mi paseo diario, y me dio un consejo muy profundo. Me dijo, ¿por qué crees que yo les dije a mis apóstoles, que dejaran que los niños vengan a mi? Míralos a los ojos y verás… ellos si son animales racionales. No te miran con prejuicios. No tienen nada aprendido de los adultos. No están prevenidos para nada.
Se suben a tu regazo y hacen de la amistad instantánea un juego, se sonríen, te invitan a caminar saltando, y cuando menos lo piensas crees que tienes un amigo de por vida. Te invitan a que lo acompañes al parque, y finalmente terminas cansado en una banca, sintiendo que hace marras no reías, ni sentías ese amor por la vida que te quitan los animales racionales, cuando son adultos. ¡Qué cosa tan horrible!


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