lunes, 4 de julio de 2011

CUENTOS CORTOS # 5


CONVERSACIONES CON MI MANO DERECHA
O el drama del párkinson
Un día que me quedé solo, abrí el cuaderno de tareas de mi taller de teatro, y me encontré con que  estas versaban sobre la palabra, de cómo la palabra oral que es sonido, se transformaba en signos escritos. Que hablar es proferir palabras para darse a entender. Que parlar, según la Real Academia, es revelar o decir lo que se debe callar, o bien, de lo que no hay necesidad que se sepa.  Que garlar es hablar mucho y sin interrupción y poco discretamente. Que la conversa, según el Caro y Cuervo, es cortejar o pretender, pero también, (¡qué curioso!), zumbar el zancudo. ¿Se imaginan ustedes: un zancudo en la conversa? También el Caro y Cuervo, dice que hablar golpeado es hacerlo en tono fuerte, en forma de reproche y con mal estilo. Hasta que llegamos a chismear, o chismosear o chismorrear, que consiste en llevar y traer chismes o murmurar, siendo chisme igual a mentira, para el Caro y Cuervo, y noticia verdadera o falsa, para la Real Academia. En fin, por todos estos vericuetos hube de pasar, porque todas las significaciones vistas, pasaban por la palabra o se originaban allí.
  Y como la palabra es sonido y me hallaba solo, me di cuenta a la hora del desayuno que mi mano derecha temblaba más de lo normal. Con anterioridad la había llevado al doctor quién señaló que padecía Parkinson, una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que se caracteriza por temblor en las extremidades. Y descubrí que hablando con ella, sobre todo, cuando tomaba sopa,  la respuesta era en muchos casos una disminución sensible del temblor. O por lo menos un temblor pasable. Y era precisamente a través de la palabra que se lograba el efecto positivo.
MANO DERECHA: Si, pero lo que pasa es que su merced en un tiempo se dirigía a mí con groserías impronunciables aquí. Y ya que su merced habla de la palabra ya se imaginará el efecto que ellas producen en mí. YO: Bueno, pero eso fue después que me obligaste a ir al banco a cambiar la firma en la chequera.  ¿Te parece poco? MANO DERECHA: ¿ Y luego la mano izquierda no me reemplazó? YO: Sí, pero cuando la gente la ve escribir, me preguntan que si estoy en primaria todavía. MANO DERECHA: (Riéndose) ¿Su merced en primaria? ¡Por favor, si eres octogenario! YO:  Pues sí. Pero de un tiempo acá te estoy tratando mejor. Mi siquiatra me explicó que con afecto el organismo responde mejor. MANO DERECHA: ¡Sí, claro! Su merced siempre está interesado en dominarme… YO: Pero el siquiatra me ha dicho que es imposible. Entonces lo que he tratado es llegar a un acuerdo contigo para que no me hagas quedar mal. MANO DERECHA:  ¿Hacer quedar mal a su merced? YO: ¡Claro!, me tocó negarme a asistir a las comidas. Te imaginas cuando son pocos los invitados, y uno ahí sin poder tomarse la sopa. MANO DERECHA: Pero su merced no debe quejarse, porque en la casa de las Urruchurto, ya le ponen la sopa en un pocillo, y su merced la toma con las dos manos, y ya. YO:  Eso es verdad… En algunos casos está superado. Pero cuando me iban a nombrar notario… MANO DERECHA: ¿Y a quién se le ocurrió semejante barbaridad? YO: Bueno, es explicable, mis competidores conocían esta desventaja, me consideraban un enemigo no peligroso, es más, descartable… MANO DERECHA: ¡Ay!, su merced… si yo no hubiera nacido en Boyacá, con la raíz muisca, quién sabe en que asesinatos con sus competidores se hubiera cometido su merced…¡con lo bravo que es! YO: Ese es un cuento chimbo suyo, mano derecha. Yo nací en La Candelaria, allá en la Calle 14 de Bogotá… lo que pasa es que mis padres contrataron a Delfín Castañeda… MANO DERECHA: ¡Delfín Castañeda! YO: Sí, un sacerdote muisca, boyacacuno, porque el Parkinson, no se sabe por qué, se manifestó desde temprano, y usted apareció temblando en la Primera Comunión, cuando hubo el grado de bachiller, en la universidad, y para no alargar la cosa, de lo que usted temblaba en el matrimonio. MANO DERECHA: ¡Qué pena! Me da una vergüenza con su merced. YO: ¡No se preocupe! La tarea que me pusieron en el taller de teatro, fue trabajar la palabra, y eso es lo que estoy haciendo ahora contigo, y más que la palabra: el parlamento… MANO DERECHA: ¿El Congreso de la República? YO: (Drástico) No, no, no… ¡Qué chimbera! Como lo dice la Real Academia: “…parlamento es una relación larga en verso o prosa.” Es como si pusiéramos la palabra, como la tenemos ahora contigo, en una conversa, sin que sea “zumbar los zancudos”, como lo trae el Caro y Cuervo. MANO DERECHA: ¿De manera su merced que esta es la tarea? Se fija, que no todo es malo.  Si no fuera por mi temblor, esta parla hubiera sido inútil. ¡Cómo la ve su merced! YO: La veo negra… pero no todo está mal, como lo dices… está hecho el trabajo… terminada la obra. Y para que sepas fue fácil. Leyendo al padre Llano, encontré que él dijo: Todo lo que honres te dominará. Y yo resolví honrar lo mejor para ser dominado por lo mejor: ¡mi mano derecha!
Él se para del computador, donde estaba en la conversa, y se va a tomar un tinto a la cocina. Allí comienza un drama impronunciable, se ha derramado el tinto. Él regaña, y ella trata de arreglar todo con el “su merced.”   

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