ESTAMOS EN LA EDAD DE PIEDRA
Juan y Pedro, dos pensionados conversaban habitualmente en un puesto de tinto y capuchino, llamado La Carreta, en Bogotá, cerca de las Colinas de Suba, que hoy no tienen crestas sino edificios. ¿De qué conversaban estos dos inútiles?
_¿Ya te lo he repetido varias veces, no creo que le encuentres solución a esta crisis? Siempre hablas de eso, ¡pero nunca se la has encontrado!
_Y como siempre te digo: ¡Ya verás que sí!
_Pero si somos un país en guerra, ¡hombre! ¡Qué nunca ha tenido pies ni cabeza! Llevamos 50 años hablando paja, con el mismo rostro.
_¡Pero es un rostro que tiene musarañas!
La cuestión terminó en una fenomenal gresca, con disparos al aire y la intervención de los vecinos y la policía. Hasta que Juan le pidió disculpas a Pedro, pues él lo que había querido decir no era que la gente del país le pusiera musarañas a la situación, sino que las muecas de la indiferencia en el rostro de cada quién, no tienen sentido.
_¿Qué eso de musarañas, imbécil?
_Mira, es muy sencillo. Es poner la cara como debe ser, y no la mueca insustancial y peligrosa de la musaraña indiferente… ¡Nadie toma conciencia de verdad! Los rostros terminan en una musaraña insustancial. A Pedro le pareció tan lógica la explicación que se calmó, guardó el revólver, se sacudió las ropas y poco a poco, se fue sentando nuevamente, con tranquilidad.
Al otro día Pedro había llegado estrenando suéter y Juan lo miró con más atención.
_¡Bárbaro! ¿Estuviste con Beatriz o con Olga?
_Con Beatriz. Las ventas no han estado muy bien, me dijo, y los arriendos son carísimos. No me quedó más remedio que estrenar. Tres millónes de arriendo mensual, ¡imagínate! ¡Qué horror! Están pensando en irse para otro lado, pero no pueden porque eso implica inversión y el palo no está para cucharas.
_Le conté que estuve trabajando en la campaña de Luis Carlos Galán en la década pasada, y me libré no sé porque de ir ese día a la plaza de Soacha donde lo mataron.
_Sí, Beatriz me dijo algo más. Que gana Cuchipe las elecciones, ¡imagínate! ¡Qué cosa!
_Puedes estar tranquilo que gana Morrongo.
_¡Sabes tanto que sabes a lo que sabemos!
_No soy yo el que sé. Mira lo que dice Rodolfo Llinás en una revista semanal: No tenemos una cosmogonía ética. Por eso andamos en la edad de piedra…
_¿Y ahora en qué carajos se metió usted?
_Tranquilo, ¡no vuelvas a sacar el revólver mijo! Llinás la simplifica diciendo que estudia dónde, cuándo, cómo y porqué las cosas tienen su lugar.
_Y ese tipo tan divertido, ¿acaso sabe dónde tienen lugar esas cosas en Colombia?
_Bueno digamos que sí. El doctor Llinás es más conocido por fuera que aquí. Es el gran estudioso del cerebro y desde luego, un gran maestro en el sentido que sabe comunicar su conocimiento a los demás. Lo que estudia la cosmogonía es el origen y la evolución del universo, y el doctor Llinás la trae a cuento para explicar nuestros problemas, poniéndola en el contexto de nuestra falta de educación, originada en muchas causas y no sólo en nuestra pobreza. Mejor dicho para tener una cosmogonía ética, habría que educarnos para vivir en un mundo donde nada sea misterioso. Y él dice al respecto: «Algunas causas son desconocidas pero no mágicas». Por ello nuestro mundo no se entiende a nivel real, sino a nivel mágico. Por ahí encontramos el realismo mágico de Gabo. Aquí la gente reza para que llueva, aquí se les aparece la Virgen, aquí se reza para matar bien. La Virgen de los Sicarios te protege, aquí los subversivos hacen masacres para sentir que existen, para sentirse poderosos, como Dios, aquí... bueno, de nunca acabar los ejemplos. Esa visión irreal no nos deja ver el entorno. Se vuelve antiético pensar en que tenemos odio, porque nos parece demasiado real. De ahí el arraigo del sentimiento de Caín en nuestro medio, que es formidable debido a este desfase con la realidad, y recorre todas las clases sociales porque la religión y la educación han estado enfocadas hacia la magia. Es decir que aquí con la magia se explica el origen y la evolución del universo. Es decir, la cosmogonía.
_Pero ¿qué propone el doctor Llinás?
_Es muy sencillo. Yo lo interpreto así: el cosmos hay que aceptarlo como es. La Virgen hay que llevarla es por dentro y no esperar a que la magia o un milagro la concrete. Pues la Virgen no es un sortilegio, o una fantasía, o una adivinación que esté fuera de uno, que haya que buscarla en lo externo, en el cosmos, en el Tarot, en la astrología. Para que ella exista tienen que darse en nosotros los valores y borrar las musarañas mágicas para dar ejemplo real a los demás, para que Ella sea una realidad en la vida del país, al que miramos con rectitud total, sin esas musarañas en la cara. O si no, ¿por qué vemos que una madre en Colombia, le reza a la Virgen para que proteja a su hijo delincuente? Es decir que él pueda matar a los demás, pero que no lo maten a él. Eso es pared y paisaje, y es, además, la exacta radiografía de nuestro realismo mágico.
Al final del día ambos callaron. Pedro extrajo de su bolsillo un paquetico primorosamente empacado, y se lo entregó a Juan. Eran unos hermosos anteojos negros.
_Gracias...
_Bueno... Pero creo que hasta ahora has salido con un chorro de babas. ¿Qué carajos va a entender este pueblo nuestro sobre cosmogonías éticas? A propósito... debes ponerte más carne cruda en ese ojo que te dejé negro... Y mira, ¡qué cosa!, con la piedra me acordé de los estudiantes de la Universidad Nacional. ¡Ahí estámos pintados!
_¡Exacto! Nuestra cosmogonía se resuelve echando piedra.
_¡Al fin entendí, Juan! ¡Gracias!
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