La película “Yo mismo”
Hay una dificultad enorme para que el ser humano llegue a su vida interior. A conocerla. A saber como está. A profundizar en el tema para encontrar sobre todo los sentimientos positivos y negativos, y manejarlos.
Pero si uno quisiera tener un entrenamiento al respecto, experimentando la vida de otros seres, encontré un director de cine perfecto para el caso. Se trata de Ingmar Bergman, un director sueco, que tiene el arte de presentar el rol de un actor como un desdoblamiento de sus problemas interiores más íntimos, de manera que producen un inquietante drama en el espectador.
Cuenta un comentario al respecto, para citar un caso concreto, de la película de Bergman, El Silencio, que en el camino de vuelta a casa, al regreso de las vacaciones, dos hermanas, Anna y Ester, se ven obligadas a quedarse en un hotel de Timoka, una ciudad desconocida en un país desconocido. La causa de la detención es la enfermedad de Ester. El hotel es grande, los huéspedes escasos. En el lugar se habla un idioma que ni siquiera Ester, que es traductora, entiende.
Johan, el hijo de Anna, un niño de 10 años, hace excursiones por los pasillos del hotel, que parece de principios de siglo. Anna sale a las cálidas calles. Establece contacto con un camarero de un bar. En el teatro de variedades es testigo del coito de una pareja que forma parte del público. Excitada por lo que ha visto, Anna vuelve al bar y al camarero. Ester está sola en la cama. Un viejo camarero la ayuda. Cuando vuelve Anna, Ester intuye que ha pasado algo y tiene una pelea con su hermana. Anna se va de la habitación para encontrarse con el camarero. Johan le cuenta a Ester que ha visto entrar a su madre en una habitación con un desconocido. Ester va a buscar a Anna, pero la hermana le da la espalda y se vuelve hacia su silencioso amante. Es importante mencionar que la protagonista es sodomizada. Ester sufre un colapso. El mismo día Anna sigue el viaje con Johan y abandona a Ester a su destino.
Bergman nos hace saber que Ester ama a Anna, pero que esta ya no le hace caso. Prefiere hacer el amor con el camarero. Las escenas son en blanco y negro. La actuación de los actores expresa lo bueno, pero con mayor frecuencia, lo malo. Los adultos muestran su pasión sexual. No tienen otra pasión por el momento. Sólo Johan es el ejemplo de vida, que goza con todo, su pasión es reír, saltar, gozar. Su espíritu de niño, lo lleva a sorprenderse con lo que se presente. Curiosamente es el aporte positivo, con una actuación que siempre es de vivir la vida, no importa el resto.
Tenemos que conseguirnos entonces un director de cine como Bergman, para ver nuestro interior. Buscar un Plató para dejar nuestro cuerpo allá, y con la imaginación hacernos a un lado para vernos tal cual. La filmación es en blanco y negro también. No estamos solos, nos acompaña el cuerpo técnico, y el director. Recibimos de todos lados instrucciones al respecto. Imaginamos las luces, los micrófonos y las cámaras…
La obra se llama: “Yo mismo”. Recibimos fuertes críticas de uno y otro lado, porque no queremos expresar nuestro rol al desnudo. Cuando nos dicen que saquemos el alma, y no la escondamos, se nos dice en forma contundente que tenemos que sacar al aire lo que somos, sin arabescos, sin ocultar nuestras pasiones íntimas.
Estoy seguro que el director suspende la presentación. De pronto se acaba la función. Quedamos deshechos. No somos actores. No tenemos la disposición para el caso. Y entonces descubrimos que nuestro interior sólo lo descubre la violencia. El director ha sacado un revólver para decirnos que tenemos que expresar lo que tenemos dentro… Y nosotros le decimos que nos mate, primero eso a mostrar lo que somos.
Aparecen al fondo las chuzadas, Wiki-lick-it, la suegra de nuestra “ex”, los varones en bola, las prepago, la corrupción administrativa, la impunidad, la subversión, el narcotráfico, los paramilitares, los falsos positivos…. En fin, todo lo que somos en nuestro interior, y que no lo sabemos o no lo podemos representar en el plató.
Yo me salvé del problema. Me acordé de Johan, el hijo de Anne, y comencé a correr gritando a saltos. Reía y gozaba. Me pararon los de la “troupe” cinematográfica, y yo les disparé con el revólver que tenía Johan de mentira. Les dije que tenían que caer muertos y así lo hicieron… ¡Qué risa!
El supuesto director me insultó, se puso bravísimo. Háblese con Bergman, le dije. Él le dice cómo se puede hacer esto que sea creíble y tal cual.
En ese momento, todo se acabó. Entendí que todo fue producto de “Yo mismo”.
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