sábado, 29 de enero de 2011

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 95


LA AGRESIVIDAD

La agresividad es un fenómeno complejo. Unos dicen que es innato y otros que es adquirido. La agresividad en psicoanálisis es una PULSIÓN, que definida por el diccionario es energía psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia un fin y se descarga al conseguirlo, produciendo un ofendido, un herido o un muerto a bordo.
La agresión activa se divide en física y verbal. La física que se traduce en golpes y heridas, y en golpes a un sustituto de la víctima, como cuando el victimario no mata al agredido, sino a su mamá, para que le duela más. Y la agresión activa verbal en insultos directos, con el famoso HP, indio sarrapastroso, viejo hijuemadre, etc.; y en murmuración indirecta, como cuando nos referimos al agredido como un hijo de la gran casualidad, cuando hablamos de él a las otras personas.
La agresión pasiva física directa se produce al impedir un comportamiento normal de resperto al otro, como debe ser normalmente. Y la pasiva física indirecta en un rechazo a participar en un comportamiento de homenaje al agredido, como cuando nos negamos a ofrecer un homenaje al HP ese, ¡de marras!
La agresión pasiva verbal  directa se produce cuando hay negativa a hablar, diciendo a los otros que estamos con pajita en boca: y la indirecta en negativa a conformarse con el perdón que nos pide el ofendido o el agresor en potencia.
Como podemos ver, el enredo que mantenemos en el interior es tremendo. Lo único que sabemos cierto es que se presenta y de qué manera, para cogernos al menor descuido y meternos en el enredo madre de la vida. Pero en esas nos la pasamos sin meditar.
Somos como un gusano de seda… realizamos un complejo proceso con el hilo de seda para formar el capullo o crisálida, para dejar de ser gusano y transformarnos en mariposa… Esto es correcto en las larvas de seda. Pero en los humanos, quedamos envueltos en el hilo de nuestras creencias, que hemos formado con antipatías, malos humores, odios, resquemores, envidias, en fin, con la agresividad innata que tenemos consciente o inconsiente; de tal maneras que no podemos romper la crisálida para llegar a ser mariposa, y librarnos de tanta plaga de impedimentos que nos impiden volar.
Por eso es clave que miremos nuestra agresividad. Es bien difícil. Complejo… El gusano de seda teje su crisálida con un hilo que puede llegar a medir 1500 metros de largo. El capullo de los seres humanos no tiene medida ni tiempo. Siempre está presente a lo largo de toda la vida.
LAS PERSONAS DE AVANZADAS EDAD

Podemos traer el ejemplo de la agresividad en los viejos, para ver otro aspecto más, con frecuencia bien visible. Al envejecer, las personas viejas se acercan a lo que han construido durante su vida. Si la agresividad fue lo que caracterizó los rasgos de su personalidad, puede costarle mucho trabajo cambiar. O también puede corresponder su estado al causa­do por una afección. Es lo que sucede en el caso del anciano que, habitualmente dulce y afectuoso, se vuelve desagradable, irritable, hostil e, incluso, verbal y físicamente agresivo. En cam­bio, cuando el anciano, conocido por su mal carácter, manifies­ta una agresividad cada vez menos pronunciada que aquella a la que todo el mundo se había acostumbrado, encontramos un cambio positivo, que va a mejorar su calidad de vida.

Pero la agresividad en el anciano puede acompañar otras afecciones. Los episodios agresivos no son raros en la de­mencia de Alzheimer. La agresividad es susceptible de apare­cer en un contexto de desorientación y trastornos importan­tes de la memoria. Un cáncer, a través de sus localizaciones cerebrales secundarias (metástasis), puede comportar tras­tornos del comportamiento con agresividad. El sujeto de edad avanzada, habitualmente sosegado, que encuentra difi­cultades para expresar lo que siente, puede manifestar acce­sos bruscos de agresividad en caso de dolores intensos.

Así, el enfoque médico de las personas de edad avanzada constituye una especialidad de pleno derecho en el mismo grado en que lo es la psiquiatría infantil y de la adolescencia. La agresividad ocupa en ella un lugar particular y debe ser explorada para poder apaciguarla.

Hemos visto que la agresividad puede presentar también consecuencias positivas, y eso merece ser subrayado. Un mundo sin agresividad es ilusorio, porque forma parte de la vida. Simplemente, siempre se puede intentar volver más fa­vorables sus consecuencias. Las soluciones propuestas  pueden parecer insignificantes comparadas con la extensión de las manifestaciones de la agresividad, pero la emergencia de consecuencias positivas comienza ante todo a nivel individual. Si, después de haber leído este texto, tu mirada sobre la agresividad que te rodea y habita en ti ha cambiado, habrá cumplido su misión. Sentirás, quizá, tanta empatía hacia tu prójimo, como hacia ti mismo, y todos los días te sor­prenderás encontrar en ti la agresividad que debes controlar... Es pues un ejercicio de carácter, una experiencia que forma la personalidad humana, cuando es consciente y es dominada totalmente. Es cuando no ladramos como los perros, o gruñimos como los tigres.

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