Los muertos en la Conquista Española y Europea
Varios historiadores han sostenido que la población indígena experimentó una catástrofe demográfica entre 1492 y 1620. La cuantía de tal debacle y sus causas siguen siendo objeto de controversia y debate, pero dicha disminución, no ha sido registrada para la población originaria del Viejo Mundo (colonizadores europeos y esclavos secuestrados en África), que en algunas regiones mantuvo considerables grados de mestizaje con la población indígena.
Un número indeterminado de indígenas, pero en cualquier caso estimado en varios millones, vivía en América en el momento en el que el primer viaje de Cristóbal Colón inició un periodo histórico de contactos a gran escala, desconocidos hasta entonces, de los habitantes del viejo mundo con América. El contacto de un puñado de potencias europeas con lo que consideraron el Nuevo Mundo llevó a la conquista y colonización del continente americano por los habitantes de las potencias coloniales, con millones de emigrantes (no siempre voluntarios) del "Viejo Mundo", mayoritariamente africanos, estableciéndose permanentemente en América.
Historiadores y demógrafos suelen coincidir en el hecho de que las enfermedades infecciosas inexistentes en América, portadas por los conquistadores y colonizadores europeos, principalmente la viruela, fueron un factor principal del colapso, afectando masivamente a la población indígena americana que no poseía defensas contra las mismas. También se menciona como causas del colapso a las muertes de indígenas causadas en las guerras y violencia de la conquista, así como las condiciones de explotación de los indígenas. Los historiadores y demógrafos discrepan acerca de en qué grado contribuyeron unas y otras a la debacle demográfica, pero existe consenso sobre la realimentación de ambos grupos de causas.
En ocasión del Quinto Centenario de la llegada de los europeos a América, cumplido en 1992, diversas organizaciones indígenas, intelectuales y dirigentes políticos, principalmente americanos, renovaron los debates sobre el tema y denunciaron lo que a su criterio se trató de un genocidio.
Cuando don Juan de Castellanos llegó a la Sabana de Bogotá, por ejemplo, habló de tierra buena, tierra que puso fin a nuestra pena. Tierra para hacer perpetua casa, etc. Y se refirió a la Sabana, como el Valle de los Alcázares. Curiosamente no existe una pintura de lo que él vio. Porque el genocidio no fue solo de vidas humanas, sino que se destruyó todo lo que había. Venían por el oro. Lo demás, en la Sabana, eran Muiscas, a quienes los españoles llamaron “Moscas”, en sentido literal. Eran unos insectos a los que había que pisar, ya que en ese tiempo no existía el Flit.
Esto lo confirma otra novela: “Pedro de Ursúa”, descrito por William Ospina, no es precisamente el conquistador más conocido de la historia. No había cumplido 17 años cuando embarca hacia el nuevo mundo soñando con oro y aventuras. El oro jamás lo encontrará, pero hay que destacar que era lo único que a él le interesaba. Y las aventuras estarán lejos de ser lo que su imaginación adolescente concibió. Fue gobernador de Santafé de Bogotá y fundó Pamplona en un territorio que todavía no sabía llamarse Colombia, en honor y remembranza de la ciudad de Navarra. Le hizo la guerra a los Panches, los Muzos, los Chitareros, los Tayronas y los esclavos negros de Panamá. En decir, el no vino a conquistar, sino a matar y llevarse el oro.
Aunque existen crónicas, textos y documentos de todo tipo que hablan de aquellas épocas atroces, narrar a través de la literatura es otra manera de atisbar en el pasado, de reconstruir y acercarnos a la historia que, aunque imaginada desde el presente, no deja de representar a la condición humana, condición que nunca reflexionó sobre el genocidio y la destrucción de una cultura. Que aunque atrasada, tenía milenios de existir.
Vale la pena reflexionar sobre la Amazonía, luego de leer a William Ospina. Allá deben ir personas que se asimilen a vivir como viven los indígenas, que luego de milenios no han destruido la selva. En Colombia unos gringos llegaron a Loma Linda, en el Amazonas, a vivir como gentes “civilizadas”, y tuvieron que ser desalojas por el Estado Colombiano porque estaban destruyen el ecosistema.
Por eso, William Ospina, realizó la empresa temeraria de saltar de la realizad a la narrativa, sin hacer una reflexión sobre el daño hecho, del cual nadie parece haberse arrepentido, ni menos reconocer que hay que cambiar ese euro centrismo, fundado en el cartesianismo, con el pienso luego existo, y que los demás se jodan.
EL SUEÑO DEL CELTA
Pero no todo es negativo en estas novelas históricas. Vargas Llosa salva al fin el discurso ético sobre una época nefanda. Él trae a cuento a Roger Casement (Dublín,1864 - Londres,1916) fue un cónsul británico nacido en Irlanda que se hizo famoso por sus denuncias contra las atrocidades y abusos del sistema colonial existente en el Congo Belga, administrado por Leopoldo II, Rey católico de los belgas, donde las autoridades practicaban la tortura, mutilaciones, castigos corporales y asesinatos.
Roger Casement está considerado uno de los primeros occidentales que tuvieron conciencia de las injusticias y arbitrariedades que cometían las potencias europeas en los países colonizados.
Realizó su primer viaje a África en 1883, cuando únicamente contaba 19 años. Trabajó en el Estado Libre del Congo y conoció al explorador Henry Morton Stanley, así como al escritor Joseph Conrad autor de El corazón de las tinieblas, relato en el que se describe la brutalidad de los europeos hacia los nativos africanos. En 1892 dejó el Congo para trabajar en Nigeria, y en 1895 fue nombrado cónsul en Lourenço Marques (actual Maputo).
En 1910 fue enviado a Perú, comisionado por la Foreign Office para investigar las denuncias recibidas contra la compañía cauchera peruana, de capital británico, Peruvian Rubber Company; la cual, según los informes de que se disponía, cometía numerosos abusos y crueldades contra indígenas de la selvática y remota región del Putumayo en la frontera entre Perú y Colombia, los integrantes de las siete tribus de esta zona - huitotos, ocainas, minanes, nonuyas, andoques, resígaros y boras - debían recolectar una cantidad de caucho estipulada por la compañía y si no lo entregaban en el plazo previsto, sufrian castigos corporales que incluian latigazos, mutilaciones e incluso la muerte.
Vargas Llosa ha manifestado públicamente que el colonialismo de finales del siglo XIX e inicios del XX que Casement denunció, sembró una destrucción cuyas secuelas perduran en la actualidad.
Esta novela histórica es una especie de crónica periodística, que se sirve de la ficción para relatarnos la terrible explotación colonial de África y América -Congo y Perú-. Los hechos centrales narrados en El sueño del Celta, son: la esclavización, la tortura, la explotación inmisericorde y la muerte –es decir, el genocidio-, de los indígenas del Congo y Perú, todo ello motivado por la feroz codicia de compañías mercantiles que habían sobornado y corrompido a las estructuras sociales, políticas y administrativas de sus respectivos países.
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