miércoles, 28 de septiembre de 2011

LECCIÓN DE CRISTO 22_9_2011


Resumen tomado de Wikipedia

San Marcos es considerado el autor del evangelio según San Marcos, y fundador y primer obispo de la iglesia de Alejandría. Suele identificársele con Juan, llamado Marcos. Este personaje aparece varias veces en los Hechos de los Apóstoles. Se le cita por primera vez en Hechos 12,12, cuando Simón Pedro, milagrosamente liberado de la cárcel, se refugia en casa de María, madre de “Juan, por sobrenombre Marcos”. Acompañó a Pablo de Tarso y a Bernabé en el primer viaje de Pablo (Hechos 13,5), pero se separó de ellos cuando llegaron  Panfilia, regresando a Jerusalén (Hechos 13,13). En estos versículos se hace referencia a él, simplemente como “Juan”.
Cuando Pablo iba a iniciar su segundo viaje, tuvo una grave disputa con Bernabé, a propósito de “Juan, llamado Marcos”. Bernabé quería que fuese con ellos, pero Pablo se negaba, ya que les había abandonado en el viaje anterior. Pablo y Bernabé terminaron separándose, y Marcos acompañó al segundo en su viaje a Chipre (Hechos 15,37-39.
No está claro si este personaje, “Juan, llamado Marcos”, es el mismo al que se hace referencia en algunas epístolas atribuidas a Pablo concretamente en Segunda de Timoteo (4:10), Filemón (1:24), y en la Primera Epístola de Pedro (1 Pedro 5:13). En Colosenses y Filemón dice de él que es primo o sobrino de Bernabé, lo que podría explicar que este disputase con Pablo acerca de Marcos.
En el final de la Primera Epístola de Pedro, este se refiere a “mi hijo Marcos”. Mientras que las iglesias copta, católica y ortodoxa aseguran que se trata de un hijo espiritual, es decir que Marcos hubiese sido bautizado por Pedro, o que simplemente Pedro le tenía mucho cariño. Varios teólogos protestantes no tienen inconveniente en interpretar que podría tratarse de un hijo físico. No está claro que todas las menciones neotestamentarias hagan referencia al mismo personaje, aunque sí parece lo más probable, es que fue también un gran amigo de Jesús.
Marcos es considerado por la tradición cristiana el autor del evangelio que lleva su nombre. Puesto que él no fue un discípulo directo de Jesús, basó su relato siempre según la tradición en las enseñanzas de Pedro. El autor más antiguo que asignó a Marcos la autoría de este evangelio fue Papias de Hierápolis, en la primera mitad del siglo II, en un testimonio citado por Eusebio de Cesárea. Y el anciano decía lo siguiente: Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después de Pedro.
Éste llevaba a cabo enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quién va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en  absoluto cuando escribía ciertas cosas como las que tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de los que escuchó y en no escribir nada falso. Eusebio, hist.Ecl. iii. 39).
Desde el siglo II se dio por sentado que Marcos era el autor de este evangelio. Aunque es imposible tener ningún tipo de certeza en este aspecto, se ha aducido convincentemente que no hay ninguna razón por la cual los primitivos cristianos tuvieran que adjudicar la autoría de este evangelio a un personaje oscuro, que no fue discípulo directo de Jesús, en lugar de atribuírsela a uno de los apóstoles.
En el 828, las reliquias atribuidas a San Marcos, fueron llevadas a Alejandría por navegantes italianos, que las trasladaron a Venecia, donde se conservan en la Basílica de San Marcos, construida expresamente para albergar sus restos. Los coptos creen que la cabeza del santo quedó en Alejandría. Cada año en el día 30 del mes de Babah, la iglesia Copta conmemora la consagración de la iglesia de San Marcos, y la aparición de la cabeza del santo en la iglesia copta de San Marcos, en Alejandría, donde se conserva su cabeza.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LECCIÓN DE CRISTO 15_9_2011


EL CALENDARIO HEBREO

Para convertir el año gregoriano en el calendario hebreo  hay que sumarle la cifra 3760 + 2011= 5771. Si quisiéramos saber cuando, más o menos aparecen Abraham y Moisés, por ejemplo, tenemos lo siguiente. Abraham debió nacer en Ur, en Caldea, según algunos autores en el siglo XV a.C., (1500 + 2011= 3511), y murió en Hebrón, que se encuentra a 30 kilómetros al sur de Jerusalén. Y sobre Moisés, no existen datos que justifiquen su existencia histórica, pues todas las referencia a él son posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo.
Abraham aparece en el libro del Génesis y Moisés en el libro del Éxodo.

El Evangelio de Marcos
Los evangelios son claves de lectura de la vida de Jesús. Son relatos de la Pasión de Jesús, que comienzan con su nacimiento hasta su muerte y resurrección. El tema es la Cruz que se constituye principalmente en la profesión de fe. (Marcos 1,1-8) Comienzo del evangelio de la buena nueva de Jesucristo. Se trata de una reconstrucción de muchos relatos. En otros textos dice: Comienzo de la buena Nueva de Jesús hijo de Dios.
Marcos cita a Isaías, profeta del AT. Tiene 16 capítulos. Es el más breve de los cuatro evangelistas. Isaías 40,3: “Una voz clama en el desierto”, la cita Marcos para conectar a Jesús con el AT, representado en el NT, con Juan el Bautista, que es la voz que clama en el desierto. La Buena Nueva viene de los judíos que estaban esperando al Mesías. Viene entonces la salvación de Dios con Jesús.
Juan Bautista es el último de los profetas, y es el que anuncia la Buena Nueva y la Salvación de Dios. Vienen con él, el bautismo y la conversión. El agua se usa como purificación en el bautismo, para el perdón de los pecados, y viene con ello la salvación de Dios. La diferencia con Jesús, es que Juan el Bautista, bautiza con agua, y Jesús con el Espíritu Santo.
Juan Bautiza a Cristo en el río Jordán. Se oye una voz que venia del cielo. Y Juan reconoce que él no es digno de bautizar a Jesús, pero  este le ordena que lo haga. Se abre el cielo, y Jesús termina 40 días en el desierto, que es el proceso de conversión frente a las tentaciones del demonio. Jesús vence al demonio y confirma la importancia del bautismo para iniciar ese proceso de conversión en Dios.
El bautismo y la conversión tienen que ver con el paso para llegar a ser Jesús, el Hijo de Dios… Y actuar desde entonces en consecuencia. A ser fiel a Dios y cumplir su voluntad hasta la Cruz.
Jesús tiene la conciencia entonces de vivir su misión plenamente, al lado del Espíritu Santo, el mismo que apareció en la descripción en forma de paloma, (Marcos 1,10). Jesús así es muy divino, pero muy humano. Podemos ser como él, siendo seres humanos limitados por nuestra debilidades y defectos.
 

jueves, 15 de septiembre de 2011

LECCIÓN DE CRISTO 8_9_2011_B


LOS CUATRO EVANGELISTAS

Textos copiados de la Sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina al español, en 1884. El texto de esta Biblia ha sido aprobado y autorizado su impresión por la Conferencia Episcopal de Colombia, en Santa Fé de Bogotá, el 6 de septiembre de 1995.

SAN MARCOS escribió su evangelio en Roma a petición de los fieles, según lo que había oído a San Pedro, quién se lo aprobó, y lo propuso con su autoridad a la Iglesia, para que lo leyesen como dice San Jerónimo. Se cree que San Marcos fue discípulo de San Pedro, al que llama hijo suyo al fin de su primera carta, (capítulo 5, versículo 13). San Agustín lo llama compendiador de San Mateo, pues en efecto refiere casi las mismas cosas, aunque más brevemente; con todo se extiende más en ciertos pasajes, y añade alguna vez en pocas palabras cosas muy importantes. No están de acuerdo los expositores si escribió en griego o en latín. Se cree que escribió el evangelio hacia el año 45 d.C., 12 después de la pasión y muerte del Señor.

SAN MATEO, llamado también Leví, era natural de Galilea (parte norte de Palestina), elevado al apostolado desde el oficio de publicano o cobrador de impuestos. Fue el primero que escribió el evangelio, unos 6 u 8 años después de la muerte del Señor. Lo escribió en Jerusalén en lengua hebrea, o por mejor decir, siríaca que era una mezcla de la hebrea con la caldea, que usaban entonces los judíos, y lo hizo a petición de los Discípulos y por orden de los apóstoles, en beneficio de los judíos que se convertían. Así lo dice San Jerónimo. San Mateo fue después a Etiopía (estado de África Oriental), a predicar el evangelio.

SAN LUCAS era natural de Antioquía, y era médico, como nos dice San Pablo. Fue discípulo de este apóstol a quién acompañó en sus viajes. Lo llama su estimado Lucas, y dice que es una gloria para Jesucristo,  porque es un alabado en toda la Iglesia por su evangelio. Escribió este en griego y hacia el año 26, después de la muerte de Cristo, (59 d.C.), según San Jerónimo y otros autores, añadiendo a lo que había dicho San Mateo y San Marcos, en especial lo perteneciente al nacimiento de San Juan Bautista y a la infancia de Jesucristo. Padeció y murió en Patrás, ciudad de Acaya, (en el Peloponeso, Grecia), de 84 años de edad según Nicéforo, y el 29 después de muerto Jesucristo, (62 d.C.) según San Gregorio Nacianceno.

SAN JUAN era natural de Betsaida en Galilea, cerca del mar o lago de Tiberíades. Hijo de Zebedeo y de Salomé y hermano del Santiago el Mayor con quién fue llamado al apostolado, estando los dos con su padre, componiendo las redes en la barca. Siendo después obispo en Éfeso, fue llevado a Roma por la persecución del emperador Domiciano, hacia el año 95 d.C.,y echado en una caldera de aceite hirviendo, de donde salió más remozado,  vivo y vigoroso, desterrado por el mismo emperador a la isla de Patmos, escribió allí el Apocalipsis. Muerto Domiciano, volvió san Juan a Éfeso, donde a petición de los obispos de Asia escribió su evangelio contra los herejes.

San Jerónimo, escribió La Vulgata: traducción latina de la Biblia, que San Jerónimo trabajó a partir del texto hebreo. Clemente VIII promulgó sus texto definitivo en 1592.
Zebedeo: padre y socio de Santiago y Juan.
Patmos, una de las islas Espóradas, en el mar Egeo, entre Grecia y Turquía.
Patrás, ciudad de Grecia en el Peloponeso que es una península del sur de Grecia.

LECCIÓN DE CRISTO 8_9_2011_A


EL EVANGELISTA MARCOS
Los documentos más antiguos que hablan de San Marcos aseguran que Marcos estuvo al lado de San Pedro, en Roma, como intérprete y redactor de la Buena Nueva, primeramente en la catequesis oral y después, en la composición, (guiado por el Espíritu Santo), de aquel admirable texto que es el Evangelio más condensado de la vida, los milagros y la muerte de Jesús.
Un sabio afirmó que "el evangelio de San Marcos es el libro más importante que se ha escrito", pues todo indica que fue el primer evangelio que se escribió, que estuvo basado en el testimonio del mismo San Pedro y que de él sacaron mucho material los otros tres evangelistas.
La primera vez que se habla de Marcos, es en libro de los Hechos de los Apóstoles, es en el capítulo 12, versículos 12-16, cuando relatan la salida milagrosa de San Pedro, de la cárcel, por obra del ángel que le abre las puertas y se dirige "a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde muchos hermanos se hallan congregados en oración".
Quizá era un niño o jovencito cuando Jesús fue condenado a muerte. Dice su Evangelio que cuando Jesús fue apresado en el Huerto de los Olivos, le seguía un joven envuelto en una sábana para curiosear, a ver en qué paraba todo aquello. Es muy posible que este joven fuera el mismo Juan Marcos.
Todo parece indicar también que Jesús tuvo estrecha amistad con los padres de Juan Marcos y que éste escuchara, en muchas ocasiones, los discursos de Jesús. Fue él uno de los primeros bautizados por San Pedro.
Los documentos más antiguos que hablan de San Marcos aseguran que Marcos estuvo al lado de San Pedro, en Roma, como intérprete y redactor de la Buena Nueva, primeramente en la catequesis oral y después, en la composición, (guiado por el Espíritu Santo), de aquel admirable texto que es el Evangelio más condensado de la vida, los milagros y la muerte de Jesús.
Él, era un niño el año 30, pero en el 44 ya era todo un hombre y decidió marcharse a evangelizar con su primo, José Bernabé. Acompañó a Pablo y Bernabé en sus recorridos apostólicas por Chipre y otras ciudades. Posteriormente pasó diez o doce años en Jerusalén al lado de Pedro, ayudándole como secretario y haciendo de "intérprete y consejero". Pedro amaba con cariño a Marcos. Le llama "mi hijo Marcos" (1 Pedro 5, 13).
El evangelista Marcos escribe con fluidez, sencillez, en estilo directo y sólido a la vez, y se propone probar la Divinidad de Cristo. El Evangelio de Marcos comprende dos partes, y cada una comienza con una manifestación divina: en la primera es la palabra divina con ocasión del Bautismo de Jesús por Juan, y en la segunda la Transfiguración.
La primera parte del Evangelio se desarrolla en Galilea, la provincia de Jesús; la segunda en Judea y en Jerusalén, el corazón de la nación judía. La primera parte muestra la novedad de Jesús, el impacto de su enseñanza sobre las multitudes.
Pero, en la segunda parte, viene la desilusión, pues Jesús se niega a ser lo que la gente quería que fuera, y la muchedumbre ya no lo sigue. Cuando Jesús muere, el oficial romano reconoce que el crucificado era el Hijo de Dios (Marcos 15,39).
Es el más breve de los libros del Evangelio (16 capítulos); sin embargo, tiene sus razones: Marcos dio a su Evangelio los mismos límites que los apóstoles habían asignado a la catequesis primitiva. Los apóstoles no se proponían dar todo lo que los creyentes querían saber, sino que querían transmitir lo esencial de lo que Jesús había dicho y hecho (Hechos 1, 21-22).
El león es el símbolo de San Marcos. Tanto este símbolo como el de los otros tres evangelistas (Apocalipsis 4, 7-8), son muy antiguos. De ellos hablan San Jerónimo y San Agustín, explicando que San Marcos, en su primer capítulo, habla de Juan el Bautista en el desierto y el león es el rey del desierto (Marcos 1,3).
Marcos se halla en Roma el año 67 d.C., cuando mueren los dos Apóstoles, San Pedro y San Pablo. La tradición dice que Marcos evangelizó como Obispo de Alejandría, en Egipto, donde realizó varios milagros y estableció una iglesia y su famosa escuela cristiana, nombrando un obispo, tres presbíteros y siete diáconos y murió allá como mártir en el año 68 d.C., un 25 de abril.
Se dice que sus asesinos trataron de quemar su cuerpo, sin conseguirlo. Los cristianos de Alejandría rescataron su cuerpo intacto, lo envolvieron y le dieron sepultura. En Venecia, Italia, se veneran en la preciosa catedral de su mismo nombre, los restos mortales del evangelista, cuyo traslado de Alejandría se remonta al siglo IX.

(Resumen tomado de Wikipedia)


lunes, 12 de septiembre de 2011

CUENTOS CORTOS # 15


ESPERANDO A KATIUSCA 


En el aire y en el ambiente había la suficiente resonancia para hacer del vuelo de una mosca,  si esta echara humo por detrás, el paso estremecido y majes­tuoso de un jet. En la pupila de Manuel se reflejaba el ancho salón de espera. Más abajo, el asiento había entrado a formar parte del todo, tal era la entrega de Manuel a él. Estaba botado, laxo, sin fuerzas, sin rigidez alguna, con sus largas piernas estiradas y terminadas en pesa­das botas. Tenía principios de panza, cinturón de cuero, americana de polista y bufanda desor­denada como su vida.
Su problema había sido siempre la eva­sión. Sus vacaciones en la Costa Azul se volvieron con el tiempo su forma de vida. Cuando volvía a Sudaquia era para prepa­rar un nuevo y cada vez más extenso escape a Europa. Hasta que llegó el momento en que permanecía poco en Colombia, sólo por la  necesidad de venir a supervisar el estado de sus negocios. Y esta vez..., esta terrible vez, era para quedarse por lo menos dos meses.
Toda su formación in­telec­tual, todos sus gustos, la comi­da, el vestido, sus aficiones, su grupo social, en fin, habían ido cambiando a través de los años de continente. (¡Imagínense ustedes: era trasladar a Sudaquia a Europa! ¡Qué horror!). Aque­lla espera tenía pues las característi­cas de una tragedia: algo desconocido, incierto, movedizo que tenía que afrontar, sin ninguna ayuda, sólo por estar en su negocio. Miró su reloj y luego dirigió sus ojos hacia la gran puerta de entrada y se extasió en esa gran flores­ta de piernas, donde los zapatos simulaban el tráfago de una gran avenida. Debería entrar por allí ¡Katiuska, qué mujer tan chusca!.
Cuando apareció Katiuska la espera había sido tan larga que se convirtió en sor­presa. Estaba pálida y tiritaba del frío. El altiplano la entumecía en tal forma que quedaba silenciosa, y solamente Manuel la escuchó tiritar los dientes, lo que hacía con una elegancia muy europea: no le temblaban los labios, que sería de pésimo gusto, sino los dientes internamente. Parecía una gata con los ojos a medio abrir y con el solo objeti­vo de llegar al carro a prender la calefacción. No musi­taron palabras, solo un beso a la llegada y un "Querido" de Katiuska. No más.
Durante la comida en casa de Manuel, la conversación versó sobre todo lo que Katiusca había hecho en Europa, lo últimos chismes del grupo de amigos y algo sobre los avances del mercado común, luego de la unificación de la moneda. Manuel estuvo especialmente goloso y Magola, la criada, tuvo que servirle varias veces. Estoy extenuado, dijo después, cuando Magola los atendió con un café, sentados en los mullidos sillones del estar y ambos comenzaron a aligerarse las ropas y aflojarse los zapatos, sin perder la etiqueta. Todo bien dispuesto, hasta las revistas en orden, sin un tris de polvo, producto del gran trabajo que desarro­llaba Magola a toda hora.
Katiuska comentaba siempre al respecto cómo Manuel podía tener una vida tan ordenada por fuera como desor­denada por dentro, sin imaginar siquiera que todo era obra de Magola, una aborigen con 15.000 años de cultura a bordo, con el "sumerced" a flor de labio, y una personalidad que los colombianos han definido como "la malicia indígena", que explica todo lo que aparece como inexpli­cable, aunque sea obvio.
Este comentario lo hacía con sus amigos europeos que lo encontraban siempre muy divertido y especialmente propio para huir de la rutina, pero vacío e inconsistente al momento de considerarlo buen partido para Katiuska. Claro que a Manuel no se le podía decir esto. Pensaba, y eso lo suponía ella, que el papel de gran actor que asumía lo llevaba a adoptar una postura por fuera de la realidad. Nunca pudo aceptar su condición de "sudaca" que le endilgaron en Europa, y esta falta de raíz era lo que molestaba a Katiuska y lo que al final le producía la duda de darle el "sí".
Katiuska no te cases con ese sudaco platudo, mira que después vas a tener problemas, le decían sus amigos de grupo. Ella asentía pensativa, y alguna vez les dijo en respuesta a esto que Manuel tiene algo especial hacia la mujer. Hacia la mujer en general, le habían replicado sus amigos, cuántas crees que han pasado por sus manos aquí; pero tú no eres de esas.
En "Sudaquia" la educación es pésima; quítale a Magola, la aborígen, que sí tiene su raíz y su cultu­ra, a ver en que queda: en un  inculto conquistador de ancestro español, vacuo, sin piso, con maneras copiadas de las nuestras, pero nunca las de él; ¿eso qué es? ¿A dónde crees que va a desembocar un engendro de sudaco nacido entre la coca, la marihuana, el café y las flores? ¡Otra cosa es que Manuel sea divertido! ¿Por qué crees que le decimos Chita al mono de Tarzán? Porque es eso en el fondo, un animal inculto, vestido con ropa europea, que ha tenido el privilegio de entrar a nuestro grupo a divertirnos, sólo porque Chita no pierde nada de lo que es, y esto es chistoso.
Katiusca pensaba seriamente en todo esto arrellanada en aquel sillón obser­vando por el rabillo del ojo a Manuel. Con esos ojos grandes y verdes, esa tez blanquí­sima, ese cabello negro hasta la cintura que arreglaba con tanta elegan­cia su mano de dedos largos y delgados. Había planeado su estrategia para resolver el asunto durante todo el tiempo que estuvo sola en el avión. Pero cómo hacer para que Manuel se confesara con ella, cómo lograr conocer el fondo de esa alma tan criticada por sus amigos, como amorfa e indefinible. A lo mejor ni él mismo sabía quién era. Falto de raíz y de cultura, no podía definirse exac­tamente como persona, sin duda cuando faltan los fundamentos de una buena educación, de un buen espíritu.
Manuel fué quién puso la conversa­ción sobre el tema de los dos: He espe­rado tu definición durante dos años, le dijo. Ambos se miraron interrogándose, mientras Magola recogía con una aspira­dora de mano las boronas que había producido Manuel comiéndose un pan. Soy terriblemente celosa, dijo Katiuska moviendo su cuerpo escultural para acomodarse mejor. Me tendrías que contar toda tu vida. Sus dos ojos verdes hicieron impacto en los de Manuel como si hubieran disparado cada uno un cohete. Manuel utilizó el mecanismo de la risa y levantó los brazos en señal de rendición.
Magola cortó el diálogo para preguntar si querían más café. Y mientras se retiraba los ojos de ambos hicieron varias incur­siones de tanteo. Definitiva­mente nos encontrábamos en terreno move­dizo. Hoy estuve conversando con la Virgen en el aeropuerto, mientras te esperaba. Me dice que soy un pecador impenitente. Un pecador o un gran actor. Nunca hemos sabido a ciencia cierta quién eres, dijo Katiuska. Mi mente se ha vuelto gregaria, acuérdate, no puedo vivir sino entre mi grupo, y ellos me han dicho que tú ac­túas artificialmente, que no sientes lo que haces, que no dices todo lo que piensas y que tienes un ancestro que niegas, lo que te hace impredecible.
Katiuska sonrió; el tema de la Virgen parecía algo tan irreal para resolver un asunto tan serio, que añoró lo días en que Manuel divertía a los amigos del grupo con sus extravagancias y podía reír sin sentirse como ahora en terreno move­dizo. Y así, no le quedó más remedio que terciar en el tema: ¿Y qué te dijo de tus otros prospectos?
Bueno, sí. La Virgen me hizo un repaso general para convencerme de lo que te estoy diciendo.  Me habló de Eduviges por ejemplo, una mujercita que cuando me le declaré me dijo que no le pegara. Lo único que hice fué cogerle la mano. Pero la Virgen me hizo caer en cuenta que una situación así se produce cuando ella, el prospecto como dices tú, requiere de tiempo para pensarlo. No siempre las personas están preparadas para recibir una declaración de amor.  Máxime con tipos tan acelerados como tú, me dijo la Virgen Santísima. Qué cosa distinta hubiera sucedido con Estefanía, la que te confesó al oído que quería ser madre. Ves, esa es otra situa­ción diferente, dijo la Virgen mirándome con una ternura increíble. ¿No era Enri­queta la que tú decías que tenía la mirada 666? le pregunté. ¡No!, era Mar­garita, me replicó la Virgen. Esa mirada lo que quiere decir es: ¡no seas pendejo! Todo ese mascarón de proa era el preludio que empleaba Manuel para plan­tear un problema concreto, huyendo de la reali­dad, pensaba Katiuska, y si no fuera porque sentía lástima de ver el grado de estupidez a que había llegado, lo hubiera callado de una sola vez. Recordó un pensamiento de Ortega y Gasset en un ensayo sobre "El Flirt y la Mujer", que decía: ella, la mujer, va al teatro a ver actuar al hombre. Y el hombre, como ahora Manuel, actúa, es actor. Manuel continuó: Rebeca en cambio, fué el tipo de persona que se adapta a los amores imposibles. Me la encontraba generalmen­te en las reunio­nes de familia y a la primera mirada, venía el recuerdo de muchas miradas, porque la cosa no pasaba de eso, inclu­yendo en esta situación a su novio que hasta llegó a preguntarnos que ¿qué era eso? Y nosotros  nos ¡des­comunicábamos de vernos!, y ¡listo! Es decir, de no volvernos a mirar.
Con Sandra el problema era que ninguno de los dos sentíamos celos de verdad. An­dábamos cada cual en lo suyo, y no obstante podíamos querernos en ciertos momentos. Luego despedirnos de prisa, como si el amor fuera un chispazo momentáneo. Con Teresa fué distinto. Ella mató a su marido, y eso solo le daba cierta ascen­dencia para dirigir toda la opera­ción que deben desarrollar dos seres para que­rerse. Se admitía y se sobreen­tendía que ella era la que daba las órdenes. Com­prenderás que esto lo que trae consigo es un deseo de escapar, como finalmente lo hice.
El caso de Nora fué enternecedor, y creo que fué a causa de mi cacumen que pude desentrañar el dilema. Nora es histérica, ves. Y, por cosas del destino, me hallé con ella en uno de sus trances. Recuerdo su mirada encendida y yo, como levantando las manos en señal de rendi­ción, le dije, acordándome de las pala­bras que pronuncia un nuevo presidente cuando asume el mando frente a los militares: "¡Yo no soy sino una figura endeble en manos de ustedes!". ¿Por qué dices "ustedes", si no estamos sino los dos?, dijo Nora. No recuerdo que siguió a esto, pero ella es consciente de su problema y transformó su mal en risa. Los esquimales ríen cuando hacen el amor, afirmó. Creo que mi risa fue fingida todo el tiempo, por eso se acabó lo nuestro. El repaso de los prospectos de Manuel duró  muchos minutos, horas. Inclusive se saltó varios capítulos sobre los casos en que habían interveni­do sus familiares y amigos, tratando de conectar una mujer muy querida por ellos, pero pobre, con la riqueza de Manuel.
Durante todo el recor­rido de la narración, Magola hacía apari­ciones esporádicas, para traerle las chancle­tas, recoger las colillas, en fin. Lo máximo ocurrió cuando trajo un vaso de agua, en el cual Manuel dejó sus próte­sis dentales, para que Magola las lim­piara con bicarbonato y luego las hir­viera.
Katiusca, al término de la charla, pensó en huir, pero haciendo un gran esfuerzo, le dijo que la dejara refle­xionar sobre el futuro de los dos. Adiós, querido, y se fué a acostar. Manuel continuó por un rato más arre­llenado en su mismo sillón. Había comen­zado a beber con desespero. La música subió de volumen y al cerrar los ojos recordó el aeropuerto. Algo le decía que el mohín que hizo Katiusca en la nariz, al momento de despedirse, se parecía al ave negra que se posó en la cruz de la tumba de María, cuando Efraín llegó de Europa, en la novela intitulada “María” de Jorge Isaac.
El zumbido de un zancudo le recordó que faltaban dos meses para regresar a Europa. La licitación pública en que se había metido le exigía estar con los personajes del poder. ¡Qué ho­rror!, ¡tener que verme con esa cater­va de bobos! Un nuevo zumbido lo llevó de nuevo a un aeropuer­to imaginado... Se levantó como loco y abrió los brazos como si estuviera volando... ¡Magola!, llamó. Ella lo llevó a acostar como a un muñeco de felpa, ordenó todos los des­arreglos que había hecho Manuel con su vuelo imaginario por el cuarto de estar y se fué a dormir.
Manuel, cuando Magola  maneje tu país, me casaré contigo, le dijo Katius­ca al final de su estadía. El se rió a las car­cajadas. Y no respondió nada. Sobre la Sabana había caído una neblina de las que pinta Gonzalo Ariza. Era muy temprano, cuando caminando envueltos en ella, al salir del parqueadero ella le dijo: “Adiós, querido. Nos vemos el años que viene.” Él la besó con fuerza, pero solo pensó en afirmar para sus adentros: ¡Ay! Katiusca, ¡qué mujer tan chusca!

jueves, 8 de septiembre de 2011

CUENTOS CORTOS # 14


INVENTANDO A DIOS

Juanito, frente a los otros chinos, resultó el más   inquieto. La vieja si se lo dijo a Rosa: tienen que tener cuidado con ese muchachito; no se extra­ñen de que esté inventando a Dios; de pronto puede, decía Rosa. Y Rosa reía y movía la cabeza y lo miraba con aquellos ojos de madre que todos conocemos. En la escuela se rieron  con el cuento de Juanito, y hasta el cura, que tenía la manía de la sátira, lo puso de ejemplo para hablar de la nueva juventud que no sólo es descreída, sino prepotente. Era lo que nos faltaba, que Juanito invente a Dios. La risa fué general, y entre los amigos de su edad, se comentó que eso solo lo podían hacer los gringos o los rusos.
Juanito quedó pensativo por un largo tiempo. Estaba bien picado por dentro con sus escasos 5 años. Miraba a su alrededor con amargura, más que con odio. Parecía estar meditando lo que iba a decir, y en no pocas ocasiones lo encontraron hablando solo, practican­do. Fué en otro almuerzo, en el patio, cuando les dijo, en su lengua escasa y resumida que muy pronto lo iba hacer. Lo decía alzando los hombros y moviendo la cabecita. Lo que quería decirles era que no había podido inventar a Dios todavía. Será cosa de un buen tiem­po. Pensaba que en la cumbrera del tejado de esta casa, un día, no lejano, iba a parecer una luz rosada. Deben estar pendientes, les significa levantando las manitas  y echándolas para adelante, pues será el instante en que lograría inven­tar a Dios. Luego levantaba los hombros varias veces, para significar que era facilísimo.
Nuevamente hubo euforia en la casa y en la escuela. El cura con su posición "in vetera" del invento judío del Viejo y el Nuevo Testamento, le parecía que Juanito podía acabar con la Biblia, pero no con Jesús. Y los amigos de Juanito, pensaban que ello sería el inven­to de los gringos o los rusos expresada con una explosión nuclear y no con la bobería de la luz rosada de Juanito.  
La verdad es que la cosa no sólo era motivo de risa, sino que a la larga fué tomada como "las bromas de Juanito". Y pasaron los meses y Juanito volvió a hablar, cuando estaban otra vez reuni­dos en el patio: les dijo que la luz no aparecerá hasta que ustedes dos no se casen y nos bauticen a todos. Fué algo que Fran­cisco y Rosa tomaron como una orden.
Por este motivo llegaron a la sa­cristía de aquella Iglesia, para arre­glar el matri­monio y los bautizos. Era un lugar oscuro e inhóspito, como una conciencia negra. Después de la gran puerta de arco, en madera, con sus celosías en vi­drios de  colores, escuché el vozarrón del padre Llano: cuénteme de Juanito. La verdad padre, dijo Francisco, sigue con el cuento de la luz rosada, usted sabe... Mire, padre, nos ha pedido que Rosa y yo nos casemos, y que además los bautice usted a todos.
El padre Llano puso cara de conten­to. Con aquellas cejas negras y espesas, y esos ojos oscuros penetrantes miró hacia el altar, hacia el gran cristo que aparecía suspendido encima del ara de piedra lisa; se sonrió con Nuestro Señor, como dicien­do, mira las cosas que puede hacer Jua­nito.
Es un caso muy curioso este. Es la pri­mera vez que me pasa. Pero no es nada sorprendente. Los niños tienen una fuerza nueva especial. ¡Divino Niño Jesús! ¡Oh! Niño amable que hoy buscan los Reyes Magos, por qué no me ha sido dado, como a esos piadosos Reyes, ver con mis pro­pios ojos al Eterno hecho niño.
El padre Llano recitaba de memoria pasa­jes de las oraciones de Bossuet y de Luis de Granada. A Francisco le pareció que el padre Llano quería saltar como lo hacen los niños: un salto largo con un pie y un brinco corto rastrillando la suela en el piso, con el otro. En un dos por tres llegaron a la sacristía, y en la casa cural donde tenía su despacho público, anotó todo para que Juanito pudiera ver la luz rosada, lo más pronto posible. Mándame a ese niño mañana a misa y que después me busque al termi­narla, le dijo a Francisco, antes de que este se despi­diera sorprendido con la actitud del cura que en todo el tiempo se mostró, como si fuera un niño chiquito.
Sí, Juanito ha logrado una cantidad de cosas, le Francisco a Rosa, después de que había conseguido subvertir el orden cotidiano de la familia, siempre arrumada en un cuarto de cinco por cuatro y un patio, donde estaba el baño (un pozo séptico), y la estufa de gas. Desde luego, lo único que no pudo lograr fué que Francisco cambiara de empleo; quería que en vez de lavar carros en la bomba de don Carlos, lavara almas con el padre Llano.
Y otra cosa que no ha logrado Juanito, es sacarnos de esta pobreza, afirmó Rosa, con destemplanza. Francis­co la reconvino: ¿No es posible que veas todo lo que ha hecho Juanito? Pero ella no entendía, porque era la única de la familia que no aceptaba su estado de pobreza. En reali­dad hasta la abuela había ido poco a poco conformándose a su destino, enamorada de sus nietos, vi­viendo sus problemas y sus adelantos. Todos, más unos que otros, habían adqui­rido la paciencia para espe­rar la quin­cena y encontrar un gusto fuera de lo cotidiano. Era como salir del gris, dejar por un rato la negra noche, olvi­dar esa fuerza externa que los redu­cía a la triste condición de indigentes por un instante.
¿Papá? ¿Qué quieres Juanito? Me he desve­lado hoy para esperarte. Ya tengo estu­diado cómo crear a Dios. Mira,   lo he pensado esta noche. En sueños estuve con Él y lo tengo escrito en este papel. ¡A ver déjame­ verlo! Respondió Francisco. En el papel aparecía un mono sin ojos, sin boca, sin orejas, si pelo. ¿Y? Dijo Francisco sin entender. Juanito le hizo ver que el padre Llano le había dicho cuando se lo mostró, muerto de risa, que había que creer… y luego, concluyó: ¡Eso es todo! ¡Creer! ¿Y lo de la luz rosada? ¡Uf! Fácil, fue la que me despertó para venir a mostrarte el papel.

LECCIÓN DE CRISTO 1_9_2011


INTRODUCIÓN A LOS EVANGELIOS

Pasamos de las cartas de Pablo, a los evangelistas. Las cartas son del género epistolar, y tienen origen en la situación particular que vive Pablo frente a la comunidad. Los evangelios, en cambio, tienen un género literario específico, compuesto por narraciones de la vida de Jesús, sus parábolas, su pasión, etc., y su conexión con el Antiguo Testamento. No son historia, sino la vivencia interior de la comunidad con Jesús y su conexión con Dios. Marcos es el primer evangelista, aproximadamente en los años 70 y 80 D.C., junto con Mateo y Lucas, que configuran los evangelios sinópticos. Y Juan que escribe después del año 100 D.C. La encarnación de Jesús ocurre desde su nacimiento hasta la crucifixión. Luego Jesús está con nosotros glorificado, una vez ha resucitado y ascendido al cielo, y como salvador del mundo. Los apóstoles no entendieron lo que pasó en la cruz al comienzo. Lo dejan solo, pero luego vuelven a Él, a través de la tradición oral que surge en la comunidad, al recuerdo de la Pasión de Jesús. Es lo que cuentan los evangelios precisamente. Jesús comienza entonces a vivir con la primera generación formada por los apóstoles y la comunidad que lo conoció. Lo encontramos con los discípulos de Emaús, Pentecostés, María Magdalena, etc. El impacto más importante que los motivó a volver a Jesús, fue la Cruz. Lo que se pensó que fue una derrota, se transforma en un milagro. Los relatos de la pasión en los 4 evangelista no cambia mucho. La cruz es el centro de los evangelios. Viene el recuerdo de toda la vivencia que tuvieron con Jesús, pero especialmente, el impacto más grande fue la Cruz. La Cruz los congregó. Evangelio significa: la buena nueva. El anuncio que traía Jesús era el reino de Dios. ¡Conviértanse! Entre la resurrección y la ascensión del Señor, pasan unos días que conducen al proceso años más tarde, a consignar por escrito lo sentido entonces. De la parte oral, se pasa a lo escrito para que los que no conocieron a Jesús, lo recuerden como lo conoció la comunidad que vivió la Pasión. Marcos cuenta con un lenguaje sencillo la tradición oral. Comienzo del evangelio de Jesucristo Hijo de Dios, así inicia su cuento. Sigue con San Juan el Bautista, y termina con la tumba vacía de Jesús. Estos textos se leen como creyentes, pues si nos paramos a analizarlo con nuestra deficiencias terrenales, es probable que no lleguemos a creer en el Reino de Dios de Jesús. El texto solo no nos lleva a la creencia, si no contamos con la fe, en sentido profundo. Y si no vemos o sentimos que nos transforma. La comunidad que cree se transforma y eso lo notamos, tanto los que estamos en ella, como los demás que no estén en ella. Las personas que creen, cambian, y eso se nota. El kerigma significa eso, como lo dice Wikipedia: “Esta palabra se aplica a la proclamación de los cristianos que se inicia poco después de la muerte de Jesús de Nazaret, hacia el año 30.” Para entender esto entonces, se vive en comunidad, y además para explicarlo dentro de los evangelios, se remite al Antiguo Testamento, para explicarse el dilema de ver al Mesías crucificado, Hijo de Dios. La tragedia es grande y difícil sobre todo para los evangelistas y los que conocieron a Jesús en Galilea. ¿Por qué hacen esto? Sencillamente porque dentro de la cultura judía para hablar de Dios, se remitían al Antiguo Testamento. Y otra cosa importante es saber que los evangelios no se hicieron para relatar una historia, sino para contar la experiencia de la comunidad con Dios. Y esto no es ficción, sino la realidad espiritual del creyente. Por eso la interpretación literal de la Biblia, conduce al fundamentalismo, pero este existe en distintas corrientes religiosas que promueven la interpretación literal de un texto «fundamental» que no cambia. Literal: es interpretar al pié de la letra. Y como  la vida del ser humano cambia cada día, el conocimiento de Dios va creciendo como la semilla de la mostaza, y eso exige ubicarnos en el tiempo, en el contexto, y en las circunstancias que rodean cada hecho humano.

jueves, 1 de septiembre de 2011

LECCIÓN DE CRISTO 31_8_2011



La carta de los Romanos

Los capítulos 12,13,14 y 15, de la epístola de los Romano, vienen a ser una síntesis de esta carta. Dice en el capítulo 12: ofrezcan una hostia viva al Señor. La hostia viva somos nosotros, pero encarnados en Cristo. San Pablo logra lo máximo, al decir que todas esas teologías que se ven en la carta, se resumen en vivir nuestra cotidianidad en Cristo, como hostias vivas. Si usted no ama a sus hermanos, si no es obediente a la autoridad, si no se somete a su conciencia, etc., entonces no va a servir para nada lo que Pablo nos recomienda, como cristianos.
El cristianismo Paulino, señala un nuevo culto, diferente al culto judío, basado este en ofrecer cosas. En el nuevo culto es ofrecerse a uno mismo. Uno mismo es la ofrenda. Por eso Jesús dice: “¿Quieres seguirme?”, renuncia a ti mismo, para que tenga sentido ofrecerse a si mismo como ofrenda al Señor. Ya no dependemos de las cosas, dejamos los apegos.
Hay un nuevo templo también. El nuevo templo es uno mismo. Uno adora a Dios en nosotros mismos. No hay que ir al templo solamente. Lo primero es entender que el templo es uno. Uno tiene el templo dentro, en su interior. Hay que transformarse internamente, pues. Ofrecerse a sí mismo.
Esto que decimos, se constituye en que el cristianismo es una búsqueda constante de la voluntad de Dios, dentro de mi vida. Es ver en uno al Espíritu, operando en nuestra vida. ¡Tal cual! Buscando la coherencia entre lo que piensa nuestro ego, y lo que piensa Dios, dentro de uno. Esa fuerza que nos mueve a  amar siempre que tengamos coherencia con Dios. Y eso que nos mueve es el Espíritu Santo, que vive en uno. No hay que buscarlo afuera, está siempre dentro de uno desde el bautismo.
Leer el capítulo 12, versículo 14 al 21: “Bendecid a los que os persiguen… etc.” Y esto lo dice recordando una frase de Jesús, cuando dice que no es lo que entra en uno, sino lo que sale de uno, donde está nuestro pecado. Digámoslo así: lo que daña nuestra coherencia con la voluntad de Dios. Es un toma de conciencia de que tenemos que ser como Jesús. El salvó a todo el mundo. Él es por eso El Salvador.
El capítulo 13 de Romanos comienza con esta frase: “Sumisión a la autoridad”. Autoridad es aquello a lo que tú te sometes, partiendo de tu conciencia, que es la primera autoridad dentro de ti. Si hay autoridades eclesiásticas, civiles, militares, etc., pero tu conciencia eres tú, nadie más. Mejor dicho la autoridad, según san Pablo, es tu conciencia, es por ella que tenemos que responder ante Dios. Es decir, es la que cumple con la voluntad de Dios. Nadie más.
En el capítulo 13, versículo 8 a 10, frente a la conciencia de uno, nos dice Pablo que es el amor lo que prima para conocer la voluntad de Dios: Amarás a tu prójimo que a ti mismo. El amor es filial, es pasional o es darse a sí mismo, etc. Lo recibimos todo del Dios que nos ama. Y nosotros le damos nuestro corazón a Él. Es dar y recibir.
Yo me entrego a ti, se dicen los esposos cuando se casan. Me comprometo a ser Jesús para ti… me comprometo a darme a ti hasta que la muerte nos separe. Es la ley que pone Pablo al amor, junto a la conciencia que ve el mal: “… nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias…”  
Aprende a vivir tu conciencia, tu responsabilidad personal, dice Pablo. Tu eres el templo. Dios habita en ti. No importa lo que tú seas. La primera decisión que debes tomar es el amor, como lo señala Pablo en Tesalonicenses, capítulo 1, versículo 3. Dice que tenemos ante Dios el obrar de nuestra fe, el trabajo de nuestra caridad y la tenacidad de nuestra esperanza en Cristo Jesús. En Romanos 14, Pablo nos explica, que es Cristo el que vive en mí, eres de Dios, lo demás que te preocupe es secundario. El problema son nuestros apegos que nos separan de la conciencia responsable, por eso diariamente tenemos que volver los ojos a nuestro dueño, a la voluntad de Él, al amor de Él. Entonces demos a cada cosa su lugar, dentro del buen sentido del amor a Dios y bajo el presupuesto de que todos somos iguales. No juzgues. Domina tu sentimientos negativos. Vuelve todo positivo. Ama con rigor en Jesús. Amén.