martes, 22 de mayo de 2012


Marcos 11,12,13

Desde la entrada mesiánica de Jesús a Jerusalén, cuando gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, la situación queda como una constancia de lo que siente por Él el pueblo. Pero es una experiencia externa. En breve vendrá la pasión, y ya en la Cruz, todo el discipulado lo abandona. Jesús, por eso mismo, se preocupa por ellos. Al día siguiente les habla a sus seguidores de la higuera estéril, pero no captan el sentido de la parábola. Les dice que no coman de esta, porque no da fruto. Para dar fruto tenemos que cambiar nuestro interior.
Jesús tiene que trabajar también con el interior de todo el pueblo, y para ello hace varias cosas. Con la expulsión de los vendedores del templo, les va a decir: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes”. Esto incluye tanto gentiles como fariseos. Dice el Señor: quiero un corazón contrito y no sacrificios, holocaustos, etc. El templo se pervirtió, se volvió cueva de ladrones. Todo esto cambió y puso en un enfrentamiento el comportamiento del pueblo, con la palabra de Jesús. No sólo por los cambistas, que trabajaban en el templo, sino todo el pueblo se pervirtió, porque el templo, con el paso de los romanos, los griegos, los persas y los macabeos, fue cambiando su origen desde Moisés y David, hasta los tiempo de Cristo. Ya no era lo mismo.
  Sí, El templo fue cambiando, por ejemplo, en Isaías 56, 7: el libro de los profetas habla Isaías del templo de su época, y encontramos lo mismo que dice Jesús, muchos siglos después: “Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. Lo dice también Jeremías 7,10-11: “Luego venís y os paráis ante mí en este templo donde se invoca mi Nombre y decís: “¡Estamos seguros!”, para seguir haciendo todas esas abominaciones. ¿Una cueva de bandidos se os antoja que lleva mi nombre?”.
Otro día sus discípulos se vuelven a encontrar con la higuera estéril, y Jesús les enseña otra vez el sentido de esta parábola. Les dice: “Tened fe en Dios”. Cuanto uno pide en la oración lo obtiene la fuerza de esa fe, que exige que uno perdone, “…para que también vuestro Padre que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas”. Con la fe aprenden que se pueden simbólicamente mover las montañas que impiden ver nuestro interior.  
Jerusalén vive en estos momentos muy inquieto con la palabra de Jesús. Cuando vuelven allí, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos  le preguntan que con qué autoridad predica Jesús. Y Él les responde: “El bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Con ello les hace caer en cuenta el prestigio de Juan el Bautista como profeta, que alcanzó entre ellos una gran veneración. Y así ninguno se atrevió a reconocer que Jesús predicaba a nombre de Nuestro Señor. Le respondieron: “No sabemos”. Y Jesús les dice: “Tampoco os digo con que autoridad hago esto”. Los deja callados, inquietos, sufren internamente mucho con su conducta cotidiana, sometida a la ley, y no al verdadero amor a Dios.
Unos fariseos y herodianos le preguntan con mala intención, sabemos que enseñas con franqueza el camino de Dios, y le agregan esta perla: “¿Es lícito pagar tributo al César o no?” Y Jesús pide que le muestran una moneda, donde les hace ver la imagen del César. Y entonces les afirma con autoridad: “Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.”
La situación de Jesús no es fácil. Vino a salvarnos y todo el pueblo mira hacia otra parte. Para ellos la cruz es lo lógico. Sólo después van a comprender que la cruz es el triunfo del amor sobre el pecado y la manifestación infinita del amor de Dios por los seres humanos, sus criaturas, que vemos en Él a nuestro Salvador, y el único medio de volver amor puro nuestra existencia.

Nota: Se presume que Isaías fue profeta en el siglo VIII antes de Cristo, y Jeremías, 600 años antes de Cristo.

sábado, 12 de mayo de 2012




LECCIÓN DE CRISTO 10_5_2012

MARCOS
Capítulos 11,12,13,14,15 y 16. Jesús entra a nueva realidad en estos capítulos, con su entrada Jerusalén. Va a hacer todo lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora, cuando todos van detrás de Él mirándolo, sin mayores problemas. Ahora todo va a chocar directamente con su palabra. Del capítulo 11 al 16, Jesús muestra por qué fracasa el discipulado. El templo se va a destruir. Les haré, dice Jesús, un nuevo templo. Y les dice más: yo soy el nuevo templo. Y aún más: Él es la presencia de Dios, si lo rechazan, están rechazando la presencia de Dios.
Es muy duro con Israel.  Ya no volverá como pueblo a dar fruto, y pone el ejemplo de la higuera estéril, que no da fruto precisamente, (Marcos 11,20-26). Si uno ora, debe perdonar para dar fruto. Si no lo hacemos somos como la higuera estéril. Debemos tener fe en Dios si queremos obrar, si queremos hacer. Por eso mi ministerio, tiene el signo bautismal de Juan el Bautista, si no creen en Él, tampoco creerán  en Juan, en quien ellos si creían. Los Discípulos quedan callados. Le han preguntado a Jesús por qué dice lo que dice, y Él les responde recordándoles a Juan, porque si creen en Juan, tienen que creer en Él.
Jesús no pelea con la realidad social que viven los judíos. Su interés es el compromiso con Dios que ellos tienen que cambiar. Y para ello Jesús les pone varios ejemplos. Con la expulsión de los vendedores del templo, la parábola de los viñadores homicidas, el tributo que se da al César, entre otros ejemplos, les hace ver la realidad social en que ellos viven, sin tomar conciencia de ella.
Ellos no piensan en su propia realidad, ni tampoco tienen una identidad  frente a la muerte, para construir la vida cristiana, que exige ser persona de Dios, y así poder trascender a Él cuando termine la vida material. Quieren entonces un Mesías como David, y Jesús les hace ver que el que viene ahora es el Mesías verdadero, con un discurso escatológico que se refiere a la escatología presente y no a la futura. Esta última no la podemos estudiar porque el futuro no existe. La escatología presente se funda en la fe. Depende ella de lo que creamos ahora. Dios les mostrará la verdadera escatología si creemos en Dios. Tiene sentido creer en ella entonces, porque no se acaba. Jesús les dice que en cambio la realidades humanas sí se van a acabar, lo único seguro que tenemos es la muerte. Lo único que permanece entonces es el amor a Dios. Es lo que trasciende luego de la muerte.
Frente a un Dios que les habla de la eternidad, los judíos no lo entienden, y hablan de cosas terrenales que son pasajeras. Por eso los discípulos fracasan. Ellos siguen a Jesús porque están  sorprendidos con su palabra, intrigados. Pero eso no les alcanza para entender el misterio de la Misión de Cristo. Cuando ellos oyen que Jesús les dice: El reino de Dios está cerca, ellos quedan deslumbrados, simplemente. Pero no van más allá.
Jesús les muestra por eso que la vida de ellos es un fracaso, porque sólo siguen circunstancias inmediatas, materiales, pasajeras, sin profundidad. Y esto, cuando Jesús llega a la Cruz, se demuestra en forma palpable, porque los discípulos lo abandonan totalmente.
En los libros proféticos, Zacarías (9,9), dice: Viene tu Rey montado en un asno.. Este es el signo profético de Jesús, es el Mesías, el Rey, es nuevo y diferente al Mesías judío. Es un Mesías que no viene a pelear, sino a mostrar la realidad de Dios.
Jesús entra a Jerusalén y es recibido montado en su asno, como rey. La gente ve un mesianismo silencioso que viene a mostrar una nueva vida, que ellos no ven. Aprendamos pues a descubrir esa nueva vida. A Jesús no le interesa el triunfalismo de un rey que los judíos ven en el David de su tiempo, sino que se trata de algo nuevo que los humanos no vimos en un Dios que es amor, solamente, sin los defectos de la vida humana corriente. Es una nueva vida, fundada en el Dios verdadero, perfecto, divino, sin mancha, que ama a los seres que Él creó, libres. Estos seres pueden verlo cuando hay la voluntad de hacerlo de verdad. O pueden ser ateos, si quieren condenarse. Dios nos da la posibilidad de escoger. El libre albedrío consiste en eso: tenemos la posibilidad de ser de Dios o no serlo.  

lunes, 7 de mayo de 2012

LECCIÓN DE CRISTO 7_5_2012


BETSAIDA
Copiado de Wikipedia, enciclopedia libre.
Betsaida o Betseda (lugar de pesca), es el nombre de dos lugares en Israel mencionados por la Biblia. Herodes Filipos, el tetrarca la reedificó y le dio el nombre de Julias, en honor de Julia, la hija de Augusto. Plinio y Jerónimo nos dicen que se encontraba al este del Jordán, y hay dos sitios posibles: al-Tell o Masadiya. (Ambos lugares se encuentran muy cerca uno de otro, pero el segundo está más cerca de la ribera.) Sin embargo, en Marcos 6,45, los discípulos fueron enviados del lado este del Jordán a Betsaida, hacia Cafarnaúm (cf. Jn. 6.17); por ello se ha postulado la existencia de una segunda Betsaida al oeste del Jordán, localizada tal vez en Ayn al-Tabigha. Se afirma que esta también es Betsaida “de Galilea” (Juan 12,21), ya que la división política de Galilea puede no haber llegado hasta el este del Jordán. Pero esto es poco probable; “Galilea” no se menciona necesariamente en el sentido técnico.
Es posible que un suburbio de Julias en la margen oeste convenga más a Marcos 6,45; Cafarnaúm no estaba lejos de allí. Además se encuentra en Marcos 8,22, cuando Jesús entra a este pueblo y sana a un ciego que le fue llevado a Jesús para ser sanado. Algunos han sostenido que este era ciego de nacimiento, pero esto es poco probable porque el mismo dice a Jesús: "Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan." (Marcos 8:24). Es lógico suponer que si el sabía como son los árboles, era porque no había nacido ciego sino que perdió la vista más adelante. El Nuevo Testamento señala que tres de los discípulos de Jesús eran de Betsaida: Simón (Pedro), Andrés, su hermano y Felipe. En muchas ocasiones la Biblia señala que Jesús les habló a estos tres, (ver entre otros a Juan 6,1-15), y estos manifestaron incredulidad previo al milagro que Cristo habría de hacer; de ahí que algunos teólogos sostienen que Betsaida es sinónimo de incredulidad.
Igualmente, en Mateo 11,21, Jesús pronuncia uno de sus ayes: "!!Ay de ti, Corazín! !!Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza."